lunes, 18 de julio de 2011

REVISTA PEDAGÓGICA: COMO AGENTE DE TRANSFORMACIÓN Y PROGRESO



Carmen Virginia Carrillo T. y Margot Carrillo Pimentel

Transcurrido un mes de su nombramiento como superintendente interino de instrucción popular del estado Trujillo,  Pedro Carrillo Márquez, convocó el 15 de mayo de 1911 a  la primera Asamblea de Institutores del Estado, en la cual se dispuso fundar la Revista Pedagógica, dedicada exclusivamente a  la instrucción primaria de la región . En septiembre del mismo año, el doctor José Gil Fortoul, quien había sido recientemente designado Ministro de Instrucción Pública, ratificó a Pedro Carrillo Márquez como titular del cargo, en el cual permaneció hasta el 20 de mayo de 1913, fecha en que fue sustituido por el General José Luis Troconis.
En Venezuela, la Revista Pedagógica fue pionera en su  género, habría que esperar hasta el año 1913 para que surgieran otras publicaciones de esta índole, entre ellas: la Revista de Instrucción Pública en Caracas, el  Boletín Escolar en Mérida y El Educacionista en Apure.
La razón de ser de este órgano de difusión aparece explícitamente mencionada en el primer número:
La REVISTA PEDAGÓGICA tratará exclusivamente de la Instrucción Primaria del estado.
En ella se publicará todo aquello que tienda directamente al progreso de tan hidalga y fecunda institución, o que en las regiones inexploradas de la Enseñanza Popular, señale al preceptorado regional una vía nueva, una senda, en cuya expedita trayectoria no surjan, como terribles y funestas sorpresas descaminadoras de la acción beneficente, obstáculos ni atajos.
La Instrucción, situada felizmente en las prominentes alturas en donde la ha colocado hoy la civilizadora y benemérita acción de los gobiernos y los gremios, imprescindiblemente necesita de los importantes auxilios de la pluma, de las serenas y sensatas preconizaciones de la Prensa.” (1911:1)[1]

Resulta interesante observar cómo en los objetivos enunciados en el primer número de la publicación, algunos términos o palabras revelan no sólo los propósitos de la Revista Pedagógica, sino también la atmósfera filosófico-cultural que envolvía la sociedad del momento. De ese modo,  la idea de progreso aparece como el principio fundamental de una sociedad cuya búsqueda se define a partir de un proyecto de avance hacia la perfección y la superación colectiva; tendencia con evidentes rasgos modernos, representados en la convicción del poder civilizador del conocimiento, la garantía de la integridad moral y la consecución de un nivel de vida mejor, gracias a la acción de las fuerzas productivas. Los sentidos de la uniformidad y la continuidad de la historia aparecerán también en esos objetivos como garantía de un futuro siempre prometedor y centrado, como decíamos, en la noción de perfeccionamiento o progreso. De igual forma “la novedad”, representada en los avances de la ciencia pedagógica aún por conocer y en la puesta en práctica de  formas y métodos inéditos  de enseñanza, será uno de los principios fundamentales que animará a la Revista. De alguna manera se expresa la convicción de que una sociedad “nueva” –que en esos momentos celebra el centenario de su libertad político-social– es sinónimo de terreno fértil e inexplorado en el cual la “civilización” echará raíces para el bien de la comunidad en general. Interesante nos resulta también la expresa mención que en los objetivos de la Revista Pedagógica se hace al “imprescindible auxilio” que representan la escritura y “las serenas y sensatas preconizaciones de la Prensa”, aspectos que entendemos de nuevo como la exaltación de algunos de los elementos más representativos de la modernidad, expresados en la exaltación de la productividad de la palabra –metaforizada en “la pluma”– y en las posibilidades de expansión de la información y el conocimiento que ofrecen la imprenta –tecnología moderna por excelencia que llega a la ciudad de Trujillo en el año 1864– y las publicaciones periódicas que ofrecen los medios de comunicación escrita.
La “vía nueva” a la que hacen referencia los objetivos, no obstante el carácter inédito que representa, aparece a la vez como garantía de  ausencia de  problematización; antes bien, ésta será garantía de una “expedita trayectoria” que evitará “terribles y funestas sorpresas descaminadoras de la acción beneficente, obstáculos ni atajos”. De esta manera  podemos llegar a expresar  que la Revista Pedagógica se inscribe desde sus inicios en un horizonte de ideas de naturaleza positivista, en las cuales términos como progreso, novedad, civilización, entre otros una clara orientación filosófica.
A lo largo de los veintitrés números que salieron  mensualmente, entre  julio de 1911 y mayo de 1913, la publicación mantuvo una línea editorial acorde con los principios que la animaron: “la necesidad de propender a la educación del profesorado por ser la falta de una instrucción pedagógica lo que hacía nugatorio los propósitos del Gobierno en la modernización de la Enseñanza” (Carrillo Márquez, 1913:231).   De particular importancia resulta tal propósito, que pone por delante la formación del docente, manifestándose así una clara conciencia acerca de que ningún cambio sería posible sin pensar en ese gestor  social en el que se convertirá el maestro.
Es de hacer notar la coherente articulación de los distintos aspectos desarrollados en la Revista Pedagógica con aquéllos que configuran la visión y misión de la “Instrucción Pública”. Cada número enriquece un poco más  lo que originalmente se concibió como los objetivos de la publicación: las conferencias dictadas a nivel nacional o promovidas en la región, los textos que se incluyen y cuya procedencia o autores representan lo más actualizado y novedoso en el ámbito de la Pedagogía, o los textos literarios, algunos de cuyos autores figurarán luego como representantes de la mejor literatura nacional y latinoamericana, guardan una coherencia perfecta, de principio a fin, con lo que son para la Revista Pedagógica y la Instrucción Pública de la región los principios fundamentales de la educación ciudadana.
Tal como lo señala en las palabras de despedida, del número veintitrés,  de mayo de 1913, Pedro Carrillo Márquez,  desde la Superintendencia de Instrucción Popular del Estado Trujillo -a la cual se anexó luego el Estado Zulia-, dirigió todos los esfuerzos para  conducir por “un rumbo útil i moderno a la carrera de la Enseñanza.” (Carrillo Márquez, 1913:231). Para tal fin se trazó varias metas. De ellas nos interesa destacar: - el esfuerzo desplegado para dar a la mujer no solo educación avanzada, sino también un lugar y una voz en el seno de la Asamblea de Institutores, donde se discutían ideas sobre asuntos escolares; esto último con la finalidad de “allanar a la mujer, en su carrera de alternar con el hombre en los deberes de comunión social, su puesto meritorio en los debates de los problemas más primordiales de los pueblos cultos.” (Carrillo Márquez, 1913:232) y - la labor desarrollada en pro de la formación de los maestros:
Hacer del Maestro de Escuela un elemento social de primer orden, dignificarlo como Enviado de la Idea; acatarlo como al manso caudillo de las tiernas huestes de la cultura i el progreso, redimirlo de esa mirada despectiva que le lanzan de continuo los poderosos del cálculo; descartarlo, en fin, de ese manto de lástima i lo que es más vituperable aún, de indiferencia, que se ha venido arrojando sobre ese el más noble de los obreros de la civilización; hacer de la pedagogía un apostolado no un oficio mercenario; una función decorosa no una institución de beneficencia; una misión de patriotismo no un empleo lucrativo; no, en fin, un refugio del ocio sino el digno teatro para la preclara hegemonía del Pensamiento sobre el rumbo de los destinos humanos: tal cual se exhibe el ideal que inspira los modernos sistemas de enseñanza … (Carrillo Márquez, 1913: 231-232)
           
En el pensamiento “positivo” el equilibrio de la sociedad es fundamental para el avance y el progreso; tal situación es garante de la ausencia de conflicto y la consecución de la paz. En este sentido, la educación constituye la empresa por excelencia que propiciará la superación y “control” sociales. Además de propender a la “grandeza del espíritu del educando”, la instrucción pública será una de las empresas más “útiles” a la sociedad y sus individuos; de ahí que las instituciones del Estado no escatimarán  esfuerzo alguno, en lo que al avance de la educación se refiere.
En este trabajo nos centraremos particularmente en la segunda de las metas citadas. La formación y bienestar del maestro, “elemento social de primer orden”, será uno de los objetivos de ese proceso modernizador que desde la Revista Pedagógica se emprendió y sostuvo a lo largo de  dos años de publicación mensual. Los docentes son vistos como “civilizadores de las generaciones que llevan á cada una el semillero de las virtudes cívicas que levantan á los pueblos y los conducen por la senda de la prosperidad y la grandeza” (Carrillo Márquez, 1911:2) Este juicio coincide con el planteamiento aparecido en El Fonógrafo de Maracaibo y reproducido en el número cuatro de la Revista Pedagógica,  en el que se considera al maestro y a la escuela como los basamentos principales de la comunidad, de cuyas condiciones “depende la cultura y el adelanto del cuerpo social” (1911:34)
La línea de pensamiento filosófico e ideológico seguida por la Superintendencia de Instrucción Popular  y reflejada en la Revista Pedagógica a través de los textos escritos tanto por  miembros de la colectividad regional y nacional, como por extranjeros, y reproducidos en la publicación,  se enmarca en las ideas positivistas que  Gil Fortoul sintetizó en la consigna comtiana  de “Orden y progreso”.  Para el pensador venezolano:
Orden y progreso no son conceptos que se excluyan ni contradigan. Es el uno condición indispensable del otro, sobre todo en un estado nuevo, con historia corta y tradiciones recientes. Un estado joven que no mantiene un orden legal cualquiera cae fatalmente en la anarquía o en el despotismo. El orden legal constituye la tradición, y sin ésta el progreso es siempre aventurado. (Gil Fortoul, 1956: 403)

En el número siete, de enero de 1912, la Revista Pedagógica manifiesta su posición  de respaldo al proyecto educativo de la nación: “Vocero humilde pero animado de patrióticos ideales, REVISTA PEDAGÓGICA, que ha secundado con entusiasmo la ilustrada labor nacional en pro de la instrucción pública, se apresta á llevar su grano de arena á la obra civilizadora que con acierto y fe, ha emprendido el Ciudadano Ministro de Instrucción Pública, Doctor Gil Fortoul” (64). Según se desprende de los comentarios expuestos en la Revista, las demandas de los trujillanos fueron escuchadas y atendidas en el Ministerio, lo que permitió que se llevara a cabo un trabajo conjunto de vital importancia para la instrucción primaria en el Estado.
En los textos publicados a lo largo de los veintitrés números de la Revista Pedagógica, se señalan  algunos de los ejes hacia los cuales debían orientar su trabajo tanto los organismos del estado encargados de la instrucción popular como los maestros, con el fin de conquistar la aspiración progresista y civilizatoria:
El primero de ellos, de carácter estructural, se refiere a la creación y dotación de escuelas para varones y niñas en todos los Municipios del Estado, dando importancia fundamental a la distribución de los espacios, la calidad de los materiales didácticos y la limpieza del lugar.
El segundo alude a la capacitación de maestros y maestras, proporcionándoles fuentes de información nacionales y extranjeras, acordes con los adelantos de la pedagogía moderna. Se considera que sólo a través del maestro  la instrucción proporcionará con eficacia su acción civilizadora; y es en función de este objetivo, entre otros, que se crea la Revista Pedagógica, cuestión que la convertirá en el órgano por excelencia de la difusión de los saberes entre los directores de escuela, maestros y  preceptores.
El tercero,  de carácter normativo, remite a los lineamientos que han de seguir los maestros en función de lo que se denomina “El implantamiento en las Escuelas del Estado de ese doble fin científico del maestro” (1911:3). En este sentido, se señala  al maestro el deber de “Valorar los hechos que el método individual de observación haya confirmado ante la experiencia, como legítimos, para que la práctica corresponda á la importancia de la teoría” (Ibdem) y se insiste en las condiciones higiénicas que deben observar para evitar la propagación de enfermedades. De nuevo observamos la incorporación de elementos de la ciencia positiva en los propósitos fijados por la Revista: la observación, procedimiento fundamental dicha actividad científica, precede a la teorización y coloca en un segundo plano la validación de la experiencia.
 El cuarto atañe  a la formación que debe darse a los alumnos; la misma ha de ser  cónsona con el orden cívico de la sociedad. Para ello se hace énfasis en la educación  de la moral y de la estética, esta última a través del desarrollo de la sensibilidad artística y literaria, lo que permitirá elevar el nivel cultural y sensible de los ciudadanos.
Es a través de la educación que se logrará el avance moral y el progreso intelectual  de los pueblos. Tal como refiere Felipe López en la Asamblea de Instructores Trujillanos, celebrada el siete de julio de 1911: “La mayor esperanza de un País consiste en la honradez é ilustración de sus hombres y tanto mayor serán los resultados, cuanto más se levanten cátedras de enseñanza en el orden comunal” (14).  Interesante acotación esta última, en la cual la instrucción pública se considera una necesidad, “la mayor esperanza” para un país joven, cuyos beneficios serán mayores en la medida en que sus “cátedras” se extiendan al mayor número de sus comunidades.
A pesar de que en la revista se hace mención al Código de Instrucción Pública, en lo que respecta a la enseñanza de la Doctrina Cristiana, solo si  lo  exigieren los padres de los alumnos, en su mensaje a la Asamblea de Instructores reunida el 2 de julio de 1911, el Superintendente de Instrucción Primaria recomienda “prestar atención providente al estudio de la religión en la Escuela” (1911:6) justificando su sugerencia en la necesidad de conservar las creencias de los mayores. En la sección de “Recitaciones y lecturas” aparecen  textos de temática religiosa, particularmente en las ocasiones en que la revista es editada en fechas religiosas, tales como la Semana Santa.
En un artículo extraído de la revista La Educación Popular, de Quito y publicado en el número quince, concluye el autor:
El objeto de la educación moral es formar ciudadanos libres, buenas madres de familia, con disposición habitual al bien por las escuelas de ambos sexos, i esa educación, práctica, extendiéndose esto, a la enseñanza de todas las materias; el trato entre maestros i alumnos debe ser netamente moral, dentro i fuera de la escuela; los sentimientos morales se afirman progresivamente en la juventud, hasta llevarla a la necesidad imperiosa de obrar bien; la educación no debe confiarse a ningún educador inmoral; para entrar al ejercicio del magisterio se debe exigir una moralidad sujeta a toda prueba; i, por fin, se debe arrebatar la enseñanza a los profesores que no enseñen o no practiquen las saludables máximas morales. (1912:157)

Las exigencias que se hacen a los maestros, en cuanto a la rectitud moral de su actuación, van acompañadas de la búsqueda de una educación más amable, sin castigos físicos ni maltratos, en la cual los docentes dirijan a los niños en vez de azotarlos y les proporcionen un ambiente de respeto, de manera que éstos puedan dejar a un lado “la vagancia, los vicios i las costumbres incultas”  (1912:152).
Al intentar hacer una valoración general de los propósitos modernizadores que en relación con el aspecto educativo persigue la Revista Pedagógica hemos observado cómo al lado de una tendencia hacia los preceptos positivistas comtianos de la exaltación de la ciencia y el pensamiento objetivo, se encuentran rasgos característicos de un Humanismo temprano y una marcada expresión conservadora, que da cuenta de un proceso particular en el cual lo más nuevo, “moderno” e inédito va de la mano de las creencias, costumbres y usos provenientes de una rancia tradición: si bien la línea de la revista concuerda con la idea de que las reformas que amerita la Instrucción deben ser de carácter radical (1912:93),  tales convicciones no dejan  de lado la importancia que la conservación de la moral y las buenas costumbres tiene en la formación del ciudadano. Por ejemplo, en lo relativo al papel activo que la mujer debe jugar en esa etapa de adelantos e innovaciones pedagógicas, en esos tiempos en que “el Feminismo armado de todas sus armas se presenta dispuesto a vencer […] a tener voz y voto en todo y en todas partes” (1912:78) notamos cómo a la vez tales avances la más de las veces se consideran adecuados para ser ejercidos en otras culturas o contextos, pero no en la experiencia local,ya que, como  apunta la Señorita Lucila Luciani de Pérez Díaz en una conferencia incluida en el número ocho de la Revista, “en nuestra tierra no tendría  razón de ser el Feminismo, porque la mujer venezolana es muy feliz: tiene siempre quien la proteja, quien la cuide y hasta quien la mime” (1912:79). Apreciaciones como la anterior, dan cuenta de una Venezuela de comienzos de siglo  que ciertamente abre con entusiasmo las puertas a la modernidad y a los cambios que tal circunstancia exige. No obstante habrá circunstancias en las cuales una actitud más conservadora, menos liberal y más cercana a las viejas tradiciones desacelerará la velocidad de los aires que traen los nuevos tiempos: la Revista Pedagógica se convertirá en un extraordinario escenario de tales acontecimientos. A cien años de su aparición, esta publicación periódica se convierte, entonces, en un testimonio de inestimable valor, no sólo al permitirnos observar a distancia lo que fueron las ideas de avantgarde de la educación del principios de siglo; también sus páginas son una fuente de inestimable valor al momento de intentar la comprensión de una época que, no obstante sus limitaciones, mira con inusitado entusiasmo lo que en el  resto del mundo comienza a ofrecer  el recién estrenado siglo XX.
En la circular número tres, del 31 de agosto de 1912 103º y 54º, dirigida a los directores y directoras de las Escuelas Federales de los Estados Trujillo, y Zulia,  Pedro Carrillo Márquez, superintendente de Instrucción Popular de los Estados Trujillo y Zulia expone:
“las exigencias de la época reclaman un movimiento transformador de la educación pública, como base para despertar i fortalecer a la vez nuestros propios sentimientos de paz i de cultura, colaborar con honra i decisión en la obra regeneradora que se ha impuesto el Gobierno Nacional, reprimir las inclinaciones peligrosas, cultivar en los niños el magno poder de la conciencia i promover abiertamente el estricto cumplimiento de los deberes para con Dios, la sociedad i la Patria.” (141)

Sin duda, el empeño civilizador emprendido por la Revista Pedagógica está provisto de una plena conciencia en relación con los valores que tal empresa conlleva: la necesidad de transformar los viejos métodos de enseñanza, las húmedas e insalubres edificaciones utilizadas para la empresa educativa y el propósito de atender a la formación integral del niño, a la que se suma esa  idea del papel de “facilitador” del maestro para el logro de los cambios, la superación y la estabilidad social de los pueblos, son propósitos que siguen una constante, indeclinable e invariable línea de acción. Es evidente, también, la  insistente preocupación por la buena marcha de un proceso que de continuo se le identifica como “base para despertar i fortalecer a la vez nuestros propios sentimientos de paz i de cultura”; es decir, como plataforma fundamental de un proceso civilizador nacional cuyo objetivo fundamental consistió en lograr un equilibrio “perfecto” en lo social, económico, moral y económico.
El afán modernizador de la publicación también se manifiesta  en el mecanismo de canje llevado a cabo con revistas pedagógicas de América y Europa, entre otras, la revista literaria e ilustrada chilena Pro-cultura, la revista pedagógica española La escuela moderna, la argentina El monitor de la educación común; desde la capital ecuatoriana llega la Revista de educación. De las mismas se toman algunos textos que permiten al maestro conocer métodos de enseñanza y temas pedagógicos que se están debatiendo en países cuyos sistemas educativos son reconocidos por su calidad e innovación.
Entre los trabajos reproducidos en la Revista Pedagógica, llama la atención el artículo del inspector de la enseñanza primaria en París, E. Huleux, titulado La escuela primaria elemental francesa, y reproducido en el número trece de la Revista Pedagógica (1912:124).  Expone Huleux cómo los pensadores republicanos entendieron que la democracia tiene que sostenerse, vivir y desenvolverse sobre una masa popular culta y para ello es necesario organizar la escuela y “hacer de ella una fuerza viva capaz de ejercitar su acción i una acción benéfica sobre la conciencia nacional.” (1912:125).
Otro aspecto a destacar, de entre los mencionados por Huleux, es el relacionado con la tendencia a introducir arte y belleza en la escuela; con ello se busca introducir “la cultura del sentimiento a lo bello” desde la primaria, logrando, de esta manera, su influencia sobre la educación ya que ésta “eleva el alma, ennoblece el pensamiento, depura los sentimientos, de manera que puede ser un poderoso medio de educación para nuestra democracia.” (128).
En la Revista Pedagógica se expone, en reiteradas oportunidades, la necesidad de una educación  que contemple el desarrollo del gusto estético en el niño desde el primer grado.  En el artículo titulado “El miedo”, de María Carbonell Sánchez, publicado en La escuela Moderna de Madrid, y reproducido en Revista Pedagógica número catorce, se sintetiza la relación entre estos elementos de índole ético y estético: “la educación debe evitar principalmente que degenere el excelso tipo infantil, i esto se conseguirá creando en torno suyo una atmósfera moral, un ambiente de verdad i de belleza que llegue a serle necesario durante el curso de la vida por  lo constante i habitual.” (Carbonell Sánchez, 1912:143)
En el tercer número de la Revista Pedagógica, se da inicio a una sección denominada “Recitaciones”, que en los números finales se amplía a “Recitaciones i lecturas”, orientada a ofrecer textos de carácter literarios, de autores conocidos, que pudieran servir a los maestros para  sus ejercicios con los alumnos, en lectura, análisis gramatical y aplicaciones morales.
Todos los textos literarios de esta sección apuntan  hacia el ideario social, ético, estético y religioso que guiaba a la Superintendencia de Instrucción Primaria del Estado y que a su vez se reflejaba en los acuerdos de las Asambleas de los Institutores trujillanos, las conferencias de los invitados especiales de estas Asambleas y los textos de carácter teórico y reflexivo tomados de otras publicaciones. A esto habría que agregarle el valor didáctico de los mismos en cuanto a su contenido, casi siempre orientado a dar lecciones de carácter moral y cívico y, en oportunidades, a despertar el goce estético.
En la estética aristotélica, el arte  establece proximidades entre la belleza, el bien y la verdad, de ahí que esa estructura artística esencial que es la poesía no podía faltar en un órgano de formación educativa como la Revista Pedagógica. A través de los textos poéticos se despierta la sensibilidad y se amplía la imaginación de los lectores.  El lenguaje metafórico permite  reconocer asociaciones inesperadas entre los seres y las cosas y con ello se enriquece el lenguaje. La expresión refinada y la estructura métrico-musical contribuyen a la ejercitación de la memoria.   
Los textos poéticos reproducidos son en su mayoría de las dos corrientes literarias predominantes a principios de siglo en Latinoamérica y en Venezuela: el romanticismo y el modernismo. Todos los poetas citados son de habla hispana, particularmente venezolanos, colombianos, mexicanos, ecuatorianos, puertorriqueños y españoles.
Constituye un  tema recurrente en la Revista Pedagógica  la exaltación del campo en oposición a la ciudad, ocupando la ciudad el polo negativo de la comparación. En este sentido, queremos señalar particularmente la publicación de la  Silva criolla de Francisco Lazo Martí, poema cuya intención es concientizar a los lectores sobre la importancia del ser y el quehacer venezolano, a través de la proyección emocional que plasma el  yo lírico sobre el paisaje nativo. El poema se enmarca en la tradición americanista iniciada en Venezuela por Andrés Bello con sus poemas “Alocución a la poesía” de 1823 y “Silva a la agricultura de la zona tórrida” de 1826, y continuada por Juan Antonio Pérez Bonalde en “Vuelta a la patria” de 1876.
  En la revista se publicaron los poemas: “Estudia” de Elías Calixto Pompa, “A la libertad” de Cecilio Acosta, “Trabaja”, de Elías Calixto Pompa, “Oda a la libertad” de José H. García de Quevedo, “Himno a la bandera venezolana” de Felipe Tejera, “A la libertad” de Manuel del Palacio, “La escuela moderna” de Benigno Pallol, “El placer de la virtud” de Juan Eugenio Hartzenbusch, “Cosechas” de Udón Pérez, “Lo azul” de Antonio F. Grilo, “A la paz” de Rafael Escobar Roa, versos de José Martí, “Las armas de un caballero” de M.R. Blanco Belmonte, “De blanco” de Manuel Gutierrez Nájera, “El pabellón venezolano” de José R. Colina Montilla, “Diálogo. La ilusión i la verdad” de Diego Jugo Ramírez, “Descansa” de Elías Calixto Pompa, “Confiar y esperar” de Cosme D. Lagos, “Contra el alcoholismo” de Ageno, “Siempre luchar” de Gabriel Ferrer Hernández, “Enseñanzas de Pitágoras”, “El caballo de silla” de Salvador Rueda, “quien bebe, paga” de G. Núñez de Arce, “Bolívar” de Abigail Lozano, , “La araña” de Francisco Villaespesa, “En el cementerio” de Gabriel E. Muñoz, “El golpe” de Salvador Rueda,   “Un niño” de José Joaquín Olmedo, “A un impaciente” de Manuel de Sandoval, Silva criolla” de F. Lazo Martí y “El niño sabio” de H. Este poema, aparecido en el último número de la Revista Pedagógica, cuestiona la adulación por considerarla perniciosa para el talento. No podemos dejar de citar los versos finales del poema en función del contexto histórico en que aparece:
 mas título hiperbólico indigesto 
echa a perder al prócer más modesto;  
si genio a cada quisque se proclama,
desafina la trompa de la fama;
el indiscreto elogio, a maravillas
suele formar las Marisabidillas,
i si bueno es el culantro, caballeros,
no tanto, dicen aptos cocineros;
quede, pues, con la hipérbole maldita
la grei de aduladores parasita. (1913:238)         

Para la fecha de la edición de la Revista, ya el doctor Gil Fortoul y Carrillo Márquez habían sido destituidos de sus cargos y las políticas progresistas que se estaban aplicando fueron suspendidas; las edificaciones escolares convertidas en cuarteles y los maestros, junto con sus alumnos, fueron ubicados en casas en ruinas. Comenzaba a sentirse el peso de la dictadura y su desprecio por la educación del pueblo. La adulación se había convertido en una práctica reiterada para conseguir los favores del general Gómez.               
Aparecen también una serie de textos carácter religioso: “Pater dimmitteillis” de J. A. Pérez Bonalde, “Stabat mater” de Isidoro Hernández y Hernández, “A Judas” de Juan Nicasio Gallego, “La Iglesia” de Felipe Tejera, “Paternoster” de El padre Mendoza, “Ave María” de Juan de Dios Peza, “El retrato de Jesucristo”, “Al borde de la tumba” de Manuel del Palacio, “La fe” de Emilio Castelar, “El nacimiento”  de J. Antonio Cavestany, “Jesús” de Víctor Hugo, “La redención” de José Jackson Veyán. 
 Textos en prosa de índole reflexiva y formativa: “Para las damas” de Severo Catalina, “Trabajad” sin autor, y “Decálogo del patriotismo” de Tulio Febres Cordero, “La palabra i el silencio” de Samuel Smiles, dos textos titulados “La instrucción”, uno de Miguel Ángel Santeliz, y otro de Emilio Castelar; “La vulgaridad” de José Ingenieros; “El maestro” de H. Hernández y “Consejos de Jorge Washington”. Varios textos en prosa y verso sobre el tema del árbol. Un cuento de Amado Nervo.
Al final de la sección “Recitaciones i lecturas” aparece un apartado titulado Pensamientos, allí se incluyen frases de escritores y pensadores de múltiples nacionalidades, entre ellos: Quevedo, Cicerón, Lord Bacon, Séneca, George Eliot, Lockman, Napoleón I, Tingley, La Rochefoucauld, Virgilio, Fray Luis de León, Segur, Prévot, Setanti, Madame de Gasparin, Napoleón, Madame de Genlis, Voltaire, Madame de Stael, Lamartine, La Bruyere. 
En los textos se exalta las virtudes del trabajo, el esfuerzo, el optimismo, la honradez, el heroísmo, la paciencia y se repudia los vicios como la holgazanería, la pereza, el alcoholismo, etc.
Muchas e importantes fueron las reformas llevadas a cabo en el sistema educativo venezolano y particularmente en el Estado Trujillo, en esos escasos dos años en que Gil Fortoul estuvo a cargo del Ministerio y Carrillo Márquez de la Superintendencia de Instrucción Popular. Sin embargo, el esfuerzo desarrollado por elevar el nivel educativo, se vio prontamente truncado. El régimen de Juan Vicente Gómez no veía con buenos ojos el impulso dado a la instrucción pública y en 1913, tanto Gil Fortoul como Carrillo Márquez fueros destituidos de sus cargos. En abril de 1914, Pedro Carrillo Márquez fue hecho prisionero y enviado al Castillo de San Carlos, donde permaneció recluido por año y medio, junto a otros que adversaban al  dictador.
Cien años más tarde,  la Revista Pedagógica se presenta a sus lectores como un documento de fundamental importancia en la historia de la educación venezolana. Sus páginas propician un interesante debate en relación a ciertos problemas y deficiencias que, aunque sea duro reconocer, siguen vigentes,  en ciertas zonas de nuestro deprimido estado Trujillo. 

REFERENCIAS BIBLIO-HEMEROGRÁFICAS:
GIL FORTOUL, José. 1956. “El hombre y la historia”. en Obras Completas. Vol. IV.
Revista Pedagógica (1911-1913). Caracas: re-edición de José María Carrillo (1967)





[1] Todas las citas, excepto la de Gil Fortoul, han sido extraídas de la segunda edición de la Revista Pedagógica, (1967). Se ha reseñado el año en que fueron publicadas en el original y la página en que aparecen en la edición consultada.