domingo, 2 de octubre de 2011

El beso


Quiero besarte y no estás. Cierro los ojos y te busco en la distancia, por instinto llego a  ese  lugar imaginario  en el que solemos citarnos cuando la ausencia se nos hace insostenible. Ahora estás conmigo, el dorso de tu mano acaricia mi rostro, tus dedos dibujan las líneas de mis labios y mi lengua los invita a descubrir su humedad. Reconozco el sabor de tu piel, su  temperatura. Mi boca quiere medirse con la tuya  ...

En el parque un chiquillo corretea tras una mariposa, no logra dar con ella. Sufre, lo puedo leer en su rostro;  ella sabe de esas formas de  amar tan imposibles, se apiada y besa su frente por un instante tan fugaz que apenas alcanza para que el dolor de lo inalcanzable se amortice un poco.

Te gusta imaginarme caminando por la plaza de Santo Domingo a eso de las 7 de la tarde, cuando los hombres salen de sus trabajos y se reúnen en los bares a tomarse unas copas y mirarle las piernas a las chicas. Yo me he puesto las sandalias de tacones altos y una falda corta. El pelo recién lavado, todavía húmedo cae sobre mis hombros desnudos y el carmín me sienta bien. No puedo evitar el rítmico vaivén de mis caderas, es el son del trópico, sabes?. Y, para qué habría de evitarlo si a ti te encanta! Entro en el café de Traperías y pido un té con limón (Ya se, ya se: -a quién se le ocurre pedir ese agua pintada, como si  fueras inglesa!, tómate un café solo con coñac para que se te suelte el morbo). Del café sólo me gusta el aroma, te lo dije la primera vez que conversamos, pero no lo recuerdas y me espías con un placer voyeurista mientras el hombre con cara de ejecutivo bancario y traje gris me sonríe escudado tras su cortado. Desearías  verme seducirlo con mi risa, como lo hice contigo, por eso me llamas al móvil y me dices que quieres  acariciarme impúdicamente en este preciso momento. Y yo me sonrojo, río y él me mira ... tal vez presiente tu presencia irrumpiendo, desde cualquier otro lugar, en  su ritual de cacería. Ya no puedo prestarle atención, tu voz lasciva me convoca…

Recuerdas a las mujeres de Klimt? El  proscrito  de Viena,  el “gran voyeur”, dibujaba  en sus rostros  un placer casi sublime, como el que me haces sentir cuando me amas. Modelas mi cuerpo con tus manos, cual arcilla húmeda, lo transformas, lo construyes y destruyes a tu antojo y yo me dejo hacer.

Este amor no tiene agenda, se va haciendo de brumosos deseos,  da saltos a otros tiempos y lugares. Ahora soy la joven que acaricia su sexo mientras Klimt la dibuja en medio de una delirante excitación que alcanzará su climax en el carboncillo  terminado. Es la erótica del arte,  la conoces, también tú eres demiurgo. Es tarde, sentado frente a la lumbre, escuchas las sugestivas notas del  saxo de Coleman Hawkins, mientras te deleitas con  las poses, curvaturas y  gestos femeninos que el erótico obseso dejó plasmadas en sus cuadros. Desde esas láminas te hago un guiño y me preparo para la próxima escena. Mañana, quién querrás que sea? Todo lo interpretaré para ti: todo - te lo advierto-  menos el olvido. 
                                  Carmen Virginia Carrillo

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