Carmen Virginia Carrillo
Texto publicado en América, Cahiers du CRICCAL, n° 41
Texto publicado en América, Cahiers du CRICCAL, n° 41
Presses Sorbonne Nouvelle,2012. Pp. 215-223
Todos los papeles y manuscritos se enviarán a
la ciudad de Caracas (…) para que
colocados en los archivos de la ciudad, testifiquen a mi patria el amor sincero de un fiel
ciudadano y los esfuerzos constantes que
tengo practicados por el bien público de
mis amados compatriotas.
Francisco de Miranda 1805
(“Disposición testamentaria”)
Francisco de
Miranda, el Precursor de la Independencia
Hispanoamericana , concibió
América como una gran Nación. Las
ideas de este visionario y revolucionario hombre de armas, de vasta
cultura y controversial personalidad, quien dedicó la vida a concebir
e intentar llevar a cabo la gran hazaña libertaria, ejercieron una influencia
fundamental en el proceso de emancipación de Venezuela y Latinoamérica.
Miranda participó en
las tres grandes revoluciones que, entre finales del siglo XVIII y principios
del XIX, constituyeron eventos fundamentales en el proceso de transformación de la estructura geopolítica
de occidente: la
Independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa
y la Independencia de América
Latina. Su pensamiento y su avasallante
personalidad constituyen referentes historiográficos y ficcionales sin par
La voz de Miranda, leída desde La Colombeia, gigantesco archivo de sesenta y tres volúmenes organizados por
el propio Precursor[1];
los documentos secretos e inéditos recopilados por Ángel Grisanti
en el libro Miranda juzgado por los
funcionarios españoles de su tiempo (1954) que recoge las injurias e
improperios de los funcionarios españoles y las diatribas de sus enemigos
(5) y la novela de Mario Szichman Los papeles de Miranda (2000),
texto que propone una lectura del
personaje desde la ficción, permiten
poner en relación diferentes miradas e interpretaciones, lo que confiere al personaje y a su proyecto una
nueva dimensión.
En el argumento de
la novela, el “segundo borrón y cuenta nueva” (Szichman, 84) ocurre en 1783.
Miranda huía de la justicia española. Con 33 años el personaje inició un largo
recorrido cuya naturaleza y propósitos permiten considerarlo un viaje de
formación. En 1785 llegó a Europa y, tras
renunciar al ejército español, recorrió países del viejo continente y de
Asia, con la intención de
informarse y adiestrarse para
organizar un nuevo gobierno en
América. A lo largo de sus recorridos dedicó tiempo a escribir impresiones, reflexiones, etc.; estos manuscritos conforman
el Archivo de viajes y estadías de La
Colombeia, “Memoria del mundo” que puede leerse como una bitácora del viaje de formación realizado por Miranda.
En 1789 regresó a
Londres en busca de ayuda para llevar a cabo
una expedición libertadora contra el imperio español en América. En
1792, tras fallidos intentos por lograr el apoyo del gobierno inglés se fue a
Francia, donde le nombraron general del ejército y participó en la Revolución
Francesa. En 1798 volvió a Londres. Sus vivencias, observaciones y reflexiones
sobre la forma de gobierno de los países recorridos, le permitieron formular un
proyecto político para el país que soñaba y al que denominaba la Colombeia en honor a Cristóbal Colón.
Con miras a llevar a
término el proceso que emprendiera el estado español contra Miranda, se
organizó un complot para cercarlo. Desde
su llegada a Londres y durante su periplo europeo y asiático, se le vigiló con
el fin de encontrar la ocasión adecuada para arrestarlo, apoderarse de sus
papeles y llevarlo a España, donde sería juzgado y condenado. Tal tarea se
encomendó a Bernardo del Campo, ministro
español en la capital inglesa. El conde
de Floridablanca era el encargado de dar
las directrices y mantenerse en contacto con del Campo. La
correspondencia sostenida entre estos dos personajes y otros representantes del
gobierno español en los países que visitó Miranda durante sus viajes, y
recopilada por Grisanti, demuestra el
atractivo que el mismo ejerció sobre las cortes que visitó. Si bien el genio, el desenfado y el
conocimiento de Miranda lo hicieron acreedor de elogios y amabilidades –Napoleón
Bonaparte dijo de él, “ese Quijote que no está
loco, tiene fuego sagrado en el alma” (en línea) –, la insistencia del gobierno
español en desacreditarlo y perseguirlo, paradójicamente contribuyó a forjar la
imagen legendaria de este hombre como “símbolo de libertad, no solamente en
Europa, sino también en América… modelo a imitar y el maestro a escuchar”
(Bohorquez, 149).
Miranda se
consideraba súbdito español hasta 1790 cuando,
ante el rechazo que sintió de parte del rey y convencido de la
inutilidad de sus gestiones, renunció de manera definitiva al reino español.
Rotos los vínculos, inició acciones en pro de la independencia de la América
meridional, y la cimentación de esa nueva patria que soñaba.
En los documentos
recopilados por Grisanti, que Szichman incorpora y re-escribe en la novela, se
puede apreciar la valoración que los adversarios políticos de Miranda tenían sobre él. Lo describen como
traidor, malvado, revoltoso y perverso.
Sin embargo, Del Campo en su informe
comenta: “Parece mozo instruido, de grande actividad y de muchísimo fuego. Es
feliz en la expresión y su trato personal son propios para agradar a las
gentes.” (En Grisanti, 67) Entre las
cualidades que le atribuye se encuentran
“imaginación exaltada, luces y conocimientos más que medianos, fervor y
vehemencia en su expresión, y sobre todo una actividad extraordinaria” y
concluye: “con tal conjunto de calidades si este joven llegara a verse
exasperado y rreducido a abrazar el partido de servicio estrangero, creo que
preferirá siempre todo lo que sea acción, movimiento y singularidad, a seguir
una vida quieta y indiferente” (106). A pesar de las recomendaciones hechas por
Del Campo, y el Conde de Aranda[2], José de Gálvez, Ministro de Indias, su
implacable perseguidor, rechazó todos los intentos de reconsideración de su
causa. Más no será hasta 1812, año en que sus propios compatriotas lo
traicionaron y lo entregaron, que el
generalísimo Francisco de Miranda pise una cárcel española.
Luego de recorrer
Europa buscando ayuda infructuosamente, pasó a los Estados Unidos donde
finalmente consiguió apoyo para su expedición a las costas venezolanas en 1806.
El 3 de agosto desembarcó en La
Vela de Coro, tomó el fortín, izó la bandera y leyó la
proclama de libertad. Nueve días más tarde, los expedicionarios abandonaban la
localidad tras su fracaso. En 1810, el
Precursor regresó a Caracas por solicitud
de los compatriotas que viajaron a Londres en busca de ayuda para la
gesta independentista, entre los que se encontraba Simón Bolívar. A su llegada le otorgaron el grado de Teniente
General de los ejércitos. El 23 de abril
1812 fue nombrado General en Jefe de toda la Confederación Venezolana, con
plenas facultades y se le confirieron poderes dictatoriales con la finalidad de
que defienda al país del ataque del capitán general Juan de Monteverde, las circunstancias no fueron
favorables a los patriotas y el 12 de julio, Bolívar perdió Puerto Cabello y
Miranda se vio obligado a capitular. La madrugada del 31 del mismo mes, Miranda fue hecho
prisionero por un grupo de oficiales del ejército venezolano y entregado a los
españoles. Esta etapa de la vida del personaje constituye material de una
interesante interpretación ficcional en
la novela de Mario Szichman.
Ya en la primera
propuesta que Miranda hiciera al primer ministro inglés William Pitt[3],
señalaba como las principales causas del descontento de los habitantes de la
América hispana la discriminación que los españoles europeos hacían con los
criollos, los controles de la Inquisición y las injusticias cometidas contra
los nativos. Un mes más tarde presentaba al gobierno inglés el “Plan para la
formación, organización y establecimiento de un gobierno libre e independiente
en América meridional”[4].
La lectura del pasado que el creador hace
desde la ficción permite licencias mucho más amplias que las usadas por el
historiador. Si bien la novela dialoga con los documentos, el autor re-elabora
el discurso histórico sin estar limitado por las barreras de la fundamentación,
la comprobación y la confrontación que se le exige a la Historia.
En la novela Los
papeles de Miranda, Mario Szichman
articula las voces que están en las fuentes historiográficas, la de
Miranda y las de sus adversarios, y las actualiza. Así, el texto constituye un
intento de interpretación del pasado desde ese surco que se vislumbra en los testimonios históricos
cuando se habla de las humillaciones y desprecios a los que los mantuanos caraqueños expusieron
al padre de Miranda, acusándolo de mulato y despojándolo de su cargo de capitán
de batallón, y asoma la posibilidad de que la vida del hijo haya estado modelada
por la necesidad de reivindicar el mancillado nombre del padre y salvar el
honor de la familia. De esta manera la
novela, sin abandonar del todo los textos fundamentales de la historia, apuesta
a una versión de los hechos que puede tomar rumbos distintos.
El personaje se configura desde la primera persona y la voz del
protagonista se convierte en la expresión de su
mundo interior. Gracias a la ficción, la aproximación a la verdad histórica se
hace a partir de esos silencios y grietas que suele guardar la historia. Los recursos de los que se vale la
novela permiten al lector reconocer al personaje en su interioridad, en sus
temores, descubrir su lado más humano, conflictivo, contradictorio y
anti-heroico.
La acción de la
novela comienza la noche del 31 de julio de 1812 en La Guaira y concluye la madrugada del primero de agosto
del mismo año. En esta historia
enunciada autodiégeticamente (G. Genette) Francisco de Miranda, en la Casa de
Aduana, en La Guaira, ordena sus papeles y, en función de los mismos, va
recordando su vida y relatándola a su criado en
flash-backs. El autor utiliza
como eje del relato los papeles de Miranda, el más preciado tesoro del
Generalísimo. El protagonista se pasea
entre sus “amados papeles” (14), elige documentos, expurga, ordena, pasa en
limpio; intenta limpiar la mancha de la humillación heredada del padre.
Principio y fin de su trayectoria:
“La humillación que empezó con mi padre está finalmente por alcanzarme. Y para que no me alcance debo frenarme. Frenarme y enfrentarla. Así las apuestas de una vida, de varias vidas inacabadas, podrán transformarse en el destino que acabo de fabricarme. …De
El autor toma como punto de partida,
para el recorrido de la vida del personaje, el momento en que Miranda, después
de haber encontrado refugio en la fragata Sapphire tras la capitulación ante
Monteverde, regresa al puerto de La Guaira. Este hecho da un giro trágico al destino del
personaje. La novela ofrece una posible explicación de ese inesperado acontecimiento al ofrecer una
versión del asunto, que no tiene ningún referente historiográfico:
Cuando me disponía a huir en
En el último
apartado de la segunda parte, Miranda dará nombre propio al autor del papel que
se convertirá en su sentencia:
El único papel que no he podido conservar es un papel que debo asumir por cuenta de otros. La esquela que deslizó Bolívar por debajo de la puerta de mi camarote. Tres párrafos. Mi condena y mi salvación. ¿Qué otra cosa podía esperarse del hijo del tendero? La puerta de escape de esta imposible situación, lo único que hace plausible mi retorno a tierra firme cuando
Esta
aclaración final del protagonista ratifica, desde la ficción, la tesis sostenida por Miranda ante Pitt y
más tarde ratificada por los historiadores, de que las pugnas entre los
peninsulares y los criollos, aunado a las diferencias raciales y sociales,
jugaron un papel fundamental en el desarrollo de los procesos independentistas
en América Latina.
El tratamiento del
tiempo es uno de los elementos fundamentales de la novela. Szichman explora el
concepto de circularidad temporal:
¿Por qué no quise seguir huyendo? Tal vez en algún momento la rueda debía cesar de girar. Y en el punto en que la detuve le puedo dar a mi biografía el viso de lo inevitable. Si mi historia carece de principio, medio o fin, al menos puedo darle el aspecto de un incesante retorno a las fuentes. (18)
Ese “incesante retorno a las fuentes” (18) puede interpretarse como un intento de reflexionar sobre el tiempo de la historia, que no se define en sí mismo como totalmente lineal o totalmente imaginativo; a su vez, propone una estructura temporal que ofrece mayores posibilidades, cuando el autor trata de explorar la vida de un ser tan complejo como Miranda. En el texto se ponen en relación el tiempo mítico del eterno retorno y el ficcional, cuyos movimientos no son ordenados, continuos, ni cronometrados, para así construir otras posibilidades de sentido.
El texto propone una
particular manera de concebir la relación entre pasado, presente y futuro, que
oscila entre la inevitable consecución del destino trágico del personaje y la
clara conciencia que el protagonista tiene de que a través de la escritura se
puede reconstruir la realidad:
Mi vida es un libro abierto en muchas páginas a la vez. Y en cada una de ellas están marcados el promisorio comienzo y el deterioro final. Como las arañas, soy incapaz de remendar la tela y siempre debo hacer borrón y cuenta nueva. (21)
Tanto en la novela,
como en La Colombeia, Miranda intenta
desesperadamente legar una versión de su historia que restituya la razón de su
existencia: “En unas horas necesito tener una historia que pueda legar a la
posteridad” (18), “inventar mi propio
destino como inventé mis pasados, reconstruyéndome incesantemente, abominando
de la cronología.” (147) Frente a las posibilidades de que la palabra dicha
llegue a malinterpretarse o a desaparecer, la escritura luce como una versión perdurable. Es así como el
personaje ve asegurado su destino en la permanencia de esos papeles que, con tanto celo, ha guardado
a lo largo de su existencia real y novelesca.
siempre expresamos por escrito tanto nuestra pureza como nuestras buenas intenciones. Es nuestra malicia lo que sigue siendo oral. Mejor eliminarlas de nuestra historia y que nuestros documentos terminen convirtiéndose en nuestras leyendas. (56)
La selección que hace el autor de
los episodios de la vida de Miranda y la forma en que los organiza dentro del
texto permiten establecer cierta distancia
entre lo que ha dicho la historia y lo
que la novela propone, y diseñar un personaje signado por la fatalidad de su
origen. Una última conjetura se asoma, la
rivalidad de Bolívar y Miranda, representantes de los dos grupos sociales con
mayores aspiraciones y derechos políticos en la
colonia.
En las páginas finales,
el protagonista imagina al lector virtual en su
intento por reconstruir el pasado y justifica la imposibilidad de comprobar el
por qué de su fatal decisión:
Un futuro historiador
se rascará la cabeza pensando que no había justificación alguna para el
abandono de la Sapphire.
(Aunque estoy seguro que encontrará una explicación plausible. Es la misión de
todo historiador poner orden en el desatino).
Pero si el abandono parece caprichoso, lo que está por ocurrir le dará
el sello de lo inevitable. ¿Se le ocurrirá a alguien resolver este misterio?
¿Por qué el general Miranda decidió abandonar la protección de la bandera
inglesa para aceptar retornar a una fortaleza que se permutó en prisión?
¿Desandará algún historiador los pasos que me llevaron de la fortaleza de la Sapphire , y de la Sapphire nuevamente a tierra firme? Es imposible, pues la única
prueba ha sido quemada. (170)
Miranda, produjo
y organizó La Colombeia, para que diera cuenta de su vida, con la clara consciencia de que la palabra escrita era su pasaporte
a la trascendencia. Los documentos históricos que Grisanti recopiló, en diálogo alterno con ese primer texto, permiten
reconstruir y completar el perfil de este hombre legendario y controversial, para
quien la producción de la evidencia escrita llegó a ser una obsesión; del lado
de la ficción, la novela de Szichman se apropia de las memorias del otro y de los otros para ofrecer una interpretación distinta de la historia, con
la intención de construir una verdad posible desde ese espacio de la libertad y
de la subjetividad que es la literatura.
Referencias
Bibliohemerográficas:
Bohórquez, Carmen L. 2006. Francisco de Miranda. Precursor de las
independencias
de la América Latina. Caracas:
El perro y la rana.
“Francisco de Miranda”, en Historia de Venezuela para todos,
Fundación polar,
http://www.fundacionempresaspolar.org/nosotros/historia/mirandafrnc.html
Grisanti, Ángel, 1954, Miranda juzgado por los funcionarios
españoles de su tiempo,
Caracas, Jesús E. Grisanti.
Kadir, Djelal, 1984, “Historia y novela:
tramatización de la palabra”, en Roberto
González Echeverría (compilador), Historia
y ficción en la narrativa Hispano-
americana, Caracas, Monteávila, pp. 297-307.
Miranda de, Francisco, Colombeia, (en línea),
http://franciscodemiranda.org/colombeia/
_______________, Diario de Moscú y San Petersburgo
Szichman, Mario, 2000, Los papeles de Miranda, Caracas, El
Centauro.
[1] Los archivos
de Miranda contienen reflexiones, certificados personales, proclamas,
proyectos, planes de gobierno, propuestas de constituciones, documentos
para negociaciones, estrategias de
guerra, registro de traiciones e intrigas, diarios de viajes, crónicas de
guerra, correspondencias, mapas, entre otros papeles. En 1812 se extraviaron
después de que Miranda fuera hecho prisionero en La Guaira, más tarde fueron
embarcados por Antoine Leleux en un navío inglés. Después de haber estado dos
años en Curaçao finalmente fueron
enviados a Inglaterra, allí
permanecieron en manos de la familia del Precursor hasta 1926 (Bohorquez, 2006,
17); desde 1927 estuvieron bajo la custodia de la Academia Nacional
de la Historia
hasta el 5 de junio de 2010, fecha en
que fueron trasladados al Archivo General de la Nación , por decreto
presidencial del 13 de abril del mismo año. Del total de los sesenta y tres
volúmenes, han sido publicados veinticuatro.
[2] El conde de Aranda, en carta a Floridablanca comenta acerca de Miranda: “No sé las causas
de su desvio ó desgracia, que pueden ser de las que no admiten compostura; pero
si fuesen suceptibles, el ser Criollo, el tener travesura, el poseer las
lenguas principales de Europa, el haversela viajada como hace, y hecho
conocimientos, serían consideraciones para ver de recogerlo a buenas no
pudiendo a malas.” (En Grisanti, 185)
[3] Archivada
como la N ° VIII,
correspondiente al N° 3, en consecuencia de la Conferencia tenida en
Hollwood el 14 de febrero de 1790 en la Colombeia
(versión en línea).
[4] Para
Carmen Bohorquez, el problema de la identidad americana comienza a precisarse y
a tomar dimensiones políticas con Miranda, quien se ve “obligado a definirse a
sí mismo respecto a la realidad que quiere construir y que a su vez lo
construye” (16) En este sentido, cabe destacar el peso que, sobre los procesos
independentistas de los países hispanoamericanos, tuvo el maltrato al que eran
sometidos los criollos y las diferencias sociales y raciales, elementos que
crearon el ambiente propicio para que
germinaran las ideas emancipadoras.
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