Carmen Virginia Carrillo T. y Margot Carrillo Pimentel
Transcurrido un
mes de su nombramiento como superintendente interino de instrucción popular del
estado Trujillo, Pedro Carrillo Márquez,
convocó el 15 de mayo de 1911
a la primera
Asamblea de Institutores del Estado, en la cual se dispuso fundar la Revista Pedagógica, dedicada
exclusivamente a la instrucción primaria
de la región . En septiembre del mismo año, el doctor José Gil Fortoul, quien
había sido recientemente designado Ministro de Instrucción Pública, ratificó a
Pedro Carrillo Márquez como titular del cargo, en el cual permaneció hasta el
20 de mayo de 1913, fecha en que fue sustituido por el General José Luis
Troconis.
En Venezuela, la Revista Pedagógica
fue pionera en su género, habría que
esperar hasta el año 1913 para que surgieran otras publicaciones de esta
índole, entre ellas: la Revista de
Instrucción Pública en Caracas, el Boletín
Escolar en Mérida y El Educacionista
en Apure.
La razón de ser de este órgano de difusión aparece explícitamente
mencionada en el primer número:
La REVISTA PEDAGÓGICA tratará exclusivamente de la
Instrucción Primaria del estado.
En ella se publicará todo aquello que tienda
directamente al progreso de tan hidalga y fecunda institución, o que en las
regiones inexploradas de la Enseñanza Popular, señale al preceptorado regional
una vía nueva, una senda, en cuya expedita trayectoria no surjan, como
terribles y funestas sorpresas descaminadoras de la acción beneficente,
obstáculos ni atajos.
La Instrucción, situada felizmente en las
prominentes alturas en donde la ha colocado hoy la civilizadora y benemérita
acción de los gobiernos y los gremios, imprescindiblemente necesita de los
importantes auxilios de la pluma, de las serenas y sensatas preconizaciones de
la Prensa.” (1911:1)[1]
Resulta interesante observar cómo en los objetivos enunciados en el
primer número de la publicación, algunos términos o palabras revelan no sólo los
propósitos de la Revista Pedagógica,
sino también la atmósfera filosófico-cultural que envolvía la sociedad del
momento. De ese modo, la idea de progreso aparece como el principio
fundamental de una sociedad cuya búsqueda se define a partir de un proyecto de
avance hacia la perfección y la superación colectiva; tendencia con evidentes
rasgos modernos, representados en la convicción del poder civilizador del
conocimiento, la garantía de la integridad moral y la consecución de un nivel
de vida mejor, gracias a la acción de las fuerzas productivas. Los sentidos de
la uniformidad y la continuidad de la historia aparecerán también en esos
objetivos como garantía de un futuro siempre prometedor y centrado, como
decíamos, en la noción de perfeccionamiento o progreso. De igual forma “la
novedad”, representada en los avances de la ciencia pedagógica aún por conocer
y en la puesta en práctica de formas y
métodos inéditos de enseñanza, será uno
de los principios fundamentales que animará a la Revista. De alguna manera se
expresa la convicción de que una sociedad “nueva” –que en esos momentos celebra
el centenario de su libertad político-social– es sinónimo de terreno fértil e
inexplorado en el cual la “civilización” echará raíces para el bien de la
comunidad en general. Interesante nos resulta también la expresa mención que en
los objetivos de la Revista Pedagógica
se hace al “imprescindible auxilio” que representan la escritura y “las serenas
y sensatas preconizaciones de la Prensa”, aspectos que entendemos de nuevo como
la exaltación de algunos de los elementos más representativos de la modernidad,
expresados en la exaltación de la productividad de la palabra –metaforizada en
“la pluma”– y en las posibilidades de expansión de la información y el
conocimiento que ofrecen la imprenta –tecnología moderna por excelencia que
llega a la ciudad de Trujillo en el año 1864– y las publicaciones periódicas
que ofrecen los medios de comunicación escrita.
La “vía nueva” a la que hacen referencia los objetivos, no obstante el
carácter inédito que representa, aparece a la vez como garantía de ausencia de
problematización; antes bien, ésta será garantía de una “expedita
trayectoria” que evitará “terribles y funestas sorpresas descaminadoras de la
acción beneficente, obstáculos ni atajos”. De esta manera podemos llegar a expresar que la
Revista Pedagógica se inscribe desde sus inicios en un horizonte de ideas
de naturaleza positivista, en las cuales términos como progreso, novedad,
civilización, entre otros una clara orientación filosófica.
A lo largo de los veintitrés números que salieron mensualmente, entre julio de 1911 y mayo de 1913, la publicación
mantuvo una línea editorial acorde con los principios que la animaron: “la
necesidad de propender a la educación del profesorado por ser la falta de una
instrucción pedagógica lo que hacía nugatorio los propósitos del Gobierno en la
modernización de la Enseñanza” (Carrillo Márquez, 1913:231). De particular importancia resulta tal
propósito, que pone por delante la formación del docente, manifestándose así
una clara conciencia acerca de que ningún cambio sería posible sin pensar en
ese gestor social en el que se
convertirá el maestro.
Es de hacer notar la coherente articulación de los distintos aspectos
desarrollados en la Revista Pedagógica con
aquéllos que configuran la visión y misión de la “Instrucción Pública”. Cada
número enriquece un poco más lo que
originalmente se concibió como los objetivos de la publicación: las
conferencias dictadas a nivel nacional o promovidas en la región, los textos
que se incluyen y cuya procedencia o autores representan lo más actualizado y
novedoso en el ámbito de la Pedagogía, o los textos literarios, algunos de
cuyos autores figurarán luego como representantes de la mejor literatura
nacional y latinoamericana, guardan una coherencia perfecta, de principio a
fin, con lo que son para la Revista
Pedagógica y la Instrucción Pública de la región los principios
fundamentales de la educación ciudadana.
Tal como lo señala en las palabras de despedida, del número veintitrés, de mayo de 1913, Pedro Carrillo Márquez, desde la Superintendencia de Instrucción
Popular del Estado Trujillo -a la cual se anexó luego el Estado Zulia-, dirigió
todos los esfuerzos para conducir por
“un rumbo útil i moderno a la carrera de la Enseñanza.” (Carrillo Márquez,
1913:231). Para tal fin se trazó varias metas. De ellas nos interesa destacar:
- el esfuerzo desplegado para dar a la mujer no solo educación avanzada, sino
también un lugar y una voz en el seno de la Asamblea de Institutores, donde se
discutían ideas sobre asuntos escolares; esto último con la finalidad de “allanar
a la mujer, en su carrera de alternar con el hombre en los deberes de comunión
social, su puesto meritorio en los debates de los problemas más primordiales de
los pueblos cultos.” (Carrillo Márquez, 1913:232) y - la labor desarrollada en
pro de la formación de los maestros:
Hacer del Maestro de Escuela un elemento social de primer orden,
dignificarlo como Enviado de la Idea; acatarlo como al manso caudillo de las
tiernas huestes de la cultura i el progreso, redimirlo de esa mirada despectiva
que le lanzan de continuo los poderosos del cálculo; descartarlo, en fin, de
ese manto de lástima i lo que es más vituperable aún, de indiferencia, que se
ha venido arrojando sobre ese el más noble de los obreros de la civilización;
hacer de la pedagogía un apostolado no un oficio mercenario; una función
decorosa no una institución de beneficencia; una misión de patriotismo no un
empleo lucrativo; no, en fin, un refugio del ocio sino el digno teatro para la
preclara hegemonía del Pensamiento sobre el rumbo de los destinos humanos: tal
cual se exhibe el ideal que inspira los modernos sistemas de enseñanza …
(Carrillo Márquez, 1913: 231-232)
En el pensamiento “positivo” el equilibrio de la sociedad es fundamental
para el avance y el progreso; tal situación es garante de la ausencia de
conflicto y la consecución de la paz. En este sentido, la educación constituye
la empresa por excelencia que propiciará la superación y “control” sociales.
Además de propender a la “grandeza del espíritu del educando”, la instrucción
pública será una de las empresas más “útiles” a la sociedad y sus individuos;
de ahí que las instituciones del Estado no escatimarán esfuerzo alguno, en lo que al avance de la
educación se refiere.
En este trabajo nos centraremos particularmente en la segunda de las
metas citadas. La formación y bienestar del maestro, “elemento social de primer
orden”, será uno de los objetivos de ese proceso modernizador que desde la Revista Pedagógica se emprendió y
sostuvo a lo largo de dos años de
publicación mensual. Los docentes son vistos como “civilizadores de las
generaciones que llevan á cada una el semillero de las virtudes cívicas que
levantan á los pueblos y los conducen por la senda de la prosperidad y la
grandeza” (Carrillo Márquez, 1911:2) Este juicio coincide con el planteamiento
aparecido en El Fonógrafo de
Maracaibo y reproducido en el número cuatro de la Revista Pedagógica, en el
que se considera al maestro y a la escuela como los basamentos principales de
la comunidad, de cuyas condiciones “depende la cultura y el adelanto del cuerpo
social” (1911:34)
La línea de pensamiento filosófico e ideológico seguida por la
Superintendencia de Instrucción Popular
y reflejada en la Revista
Pedagógica a través de los textos escritos tanto por miembros de la colectividad regional y
nacional, como por extranjeros, y reproducidos en la publicación, se enmarca en las ideas positivistas que Gil Fortoul sintetizó en la consigna comtiana de “Orden y progreso”. Para el pensador venezolano:
Orden y progreso no son conceptos que se excluyan ni contradigan. Es el
uno condición indispensable del otro, sobre todo en un estado nuevo, con
historia corta y tradiciones recientes. Un estado joven que no mantiene un
orden legal cualquiera cae fatalmente en la anarquía o en el despotismo. El orden
legal constituye la tradición, y sin ésta el progreso es siempre aventurado.
(Gil Fortoul, 1956: 403)
En el número siete, de enero de 1912, la Revista Pedagógica manifiesta su posición de respaldo al proyecto educativo de la
nación: “Vocero humilde pero animado de patrióticos ideales, REVISTA
PEDAGÓGICA, que ha secundado con entusiasmo la ilustrada labor nacional en pro
de la instrucción pública, se apresta á llevar su grano de arena á la obra
civilizadora que con acierto y fe, ha emprendido el Ciudadano Ministro de
Instrucción Pública, Doctor Gil Fortoul” (64). Según se desprende de los
comentarios expuestos en la Revista, las
demandas de los trujillanos fueron escuchadas y atendidas en el Ministerio, lo
que permitió que se llevara a cabo un trabajo conjunto de vital importancia
para la instrucción primaria en el Estado.
En los textos publicados a lo largo de los veintitrés números de la Revista Pedagógica, se señalan algunos de los ejes hacia los cuales debían
orientar su trabajo tanto los organismos del estado encargados de la
instrucción popular como los maestros, con el fin de conquistar la aspiración
progresista y civilizatoria:
El primero de ellos, de carácter estructural, se refiere a la creación y
dotación de escuelas para varones y niñas en todos los Municipios del Estado,
dando importancia fundamental a la distribución de los espacios, la calidad de
los materiales didácticos y la limpieza del lugar.
El segundo alude a la capacitación de maestros y maestras,
proporcionándoles fuentes de información nacionales y extranjeras, acordes con
los adelantos de la pedagogía moderna. Se considera que sólo a través del
maestro la instrucción proporcionará con
eficacia su acción civilizadora; y es en función de este objetivo, entre otros,
que se crea la Revista Pedagógica, cuestión
que la convertirá en el órgano por excelencia de la difusión de los saberes entre
los directores de escuela, maestros y preceptores.
El tercero, de carácter normativo,
remite a los lineamientos que han de seguir los maestros en función de lo que
se denomina “El implantamiento en las Escuelas del Estado de ese doble fin
científico del maestro” (1911:3). En este sentido, se señala al maestro el deber de “Valorar los hechos
que el método individual de observación haya confirmado ante la experiencia,
como legítimos, para que la práctica corresponda á la importancia de la teoría”
(Ibdem) y se insiste en las condiciones higiénicas que deben observar para
evitar la propagación de enfermedades. De nuevo observamos la incorporación de
elementos de la ciencia positiva en los propósitos fijados por la Revista: la observación, procedimiento
fundamental dicha actividad científica, precede a la teorización y coloca en un
segundo plano la validación de la experiencia.
El cuarto atañe a la formación que debe darse a los alumnos;
la misma ha de ser cónsona con el orden
cívico de la sociedad. Para ello se hace énfasis en la educación de la moral y de la estética, esta última a
través del desarrollo de la sensibilidad artística y literaria, lo que
permitirá elevar el nivel cultural y sensible de los ciudadanos.
Es a través de la educación que se logrará el avance moral y el progreso
intelectual de los pueblos. Tal como
refiere Felipe López en la Asamblea de Instructores Trujillanos, celebrada el
siete de julio de 1911: “La mayor esperanza de un País consiste en la honradez
é ilustración de sus hombres y tanto mayor serán los resultados, cuanto más se
levanten cátedras de enseñanza en el orden comunal” (14). Interesante acotación esta última, en la cual
la instrucción pública se considera una necesidad, “la mayor esperanza” para un
país joven, cuyos beneficios serán mayores en la medida en que sus “cátedras”
se extiendan al mayor número de sus comunidades.
A pesar de que en la revista se hace mención al Código de Instrucción
Pública, en lo que respecta a la enseñanza de la Doctrina Cristiana, solo
si lo
exigieren los padres de los alumnos, en su mensaje a la Asamblea de
Instructores reunida el 2 de julio de 1911, el Superintendente de Instrucción
Primaria recomienda “prestar atención providente al estudio de la religión en
la Escuela” (1911:6) justificando su sugerencia en la necesidad de conservar
las creencias de los mayores. En la sección de “Recitaciones y lecturas”
aparecen textos de temática religiosa,
particularmente en las ocasiones en que la revista es editada en fechas
religiosas, tales como la Semana Santa.
En un artículo extraído de la revista La
Educación Popular, de Quito y publicado en el número quince, concluye el
autor:
El objeto de la educación moral es formar ciudadanos libres, buenas
madres de familia, con disposición habitual al bien por las escuelas de ambos
sexos, i esa educación, práctica, extendiéndose esto, a la enseñanza de todas
las materias; el trato entre maestros i alumnos debe ser netamente moral,
dentro i fuera de la escuela; los sentimientos morales se afirman
progresivamente en la juventud, hasta llevarla a la necesidad imperiosa de
obrar bien; la educación no debe confiarse a ningún educador inmoral; para entrar
al ejercicio del magisterio se debe exigir una moralidad sujeta a toda prueba;
i, por fin, se debe arrebatar la enseñanza a los profesores que no enseñen o no
practiquen las saludables máximas morales. (1912:157)
Las exigencias que se hacen a los maestros, en cuanto a la rectitud moral
de su actuación, van acompañadas de la búsqueda de una educación más amable,
sin castigos físicos ni maltratos, en la cual los docentes dirijan a los niños
en vez de azotarlos y les proporcionen un ambiente de respeto, de manera que
éstos puedan dejar a un lado “la vagancia, los vicios i las costumbres
incultas” (1912:152).
Al intentar hacer una valoración general de los propósitos modernizadores
que en relación con el aspecto educativo persigue la Revista Pedagógica hemos observado cómo al lado de una tendencia
hacia los preceptos positivistas comtianos de la exaltación de la ciencia y el
pensamiento objetivo, se encuentran rasgos característicos de un Humanismo
temprano y una marcada expresión conservadora, que da cuenta de un proceso
particular en el cual lo más nuevo, “moderno” e inédito va de la mano de las
creencias, costumbres y usos provenientes de una rancia tradición: si bien la
línea de la revista concuerda con la idea de que las reformas que amerita la Instrucción
deben ser de carácter radical (1912:93),
tales convicciones no dejan de
lado la importancia que la conservación de la moral y las buenas costumbres
tiene en la formación del ciudadano. Por ejemplo, en lo relativo al papel
activo que la mujer debe jugar en esa etapa de adelantos e innovaciones
pedagógicas, en esos tiempos en que “el Feminismo armado de todas sus armas se
presenta dispuesto a vencer […] a tener voz y voto en todo y en todas partes”
(1912:78) notamos cómo a la vez tales avances la más de las veces se consideran
adecuados para ser ejercidos en otras culturas o contextos, pero no en la
experiencia local,ya que, como apunta la
Señorita Lucila Luciani de Pérez Díaz en una conferencia incluida en el número
ocho de la Revista, “en nuestra tierra
no tendría razón de ser el Feminismo,
porque la mujer venezolana es muy feliz: tiene siempre quien la proteja, quien
la cuide y hasta quien la mime” (1912:79). Apreciaciones como la anterior, dan
cuenta de una Venezuela de comienzos de siglo
que ciertamente abre con entusiasmo las puertas a la modernidad y a los
cambios que tal circunstancia exige. No obstante habrá circunstancias en las
cuales una actitud más conservadora, menos liberal y más cercana a las viejas
tradiciones desacelerará la velocidad de los aires que traen los nuevos
tiempos: la Revista Pedagógica se
convertirá en un extraordinario escenario de tales acontecimientos. A cien años
de su aparición, esta publicación periódica se convierte, entonces, en un
testimonio de inestimable valor, no sólo al permitirnos observar a distancia lo
que fueron las ideas de avantgarde de
la educación del principios de siglo; también sus páginas son una fuente de
inestimable valor al momento de intentar la comprensión de una época que, no
obstante sus limitaciones, mira con inusitado entusiasmo lo que en el resto del mundo comienza a ofrecer el recién estrenado siglo XX.
En la circular número tres, del 31 de agosto de 1912 103º y 54º, dirigida
a los directores y directoras de las Escuelas Federales de los Estados
Trujillo, y Zulia, Pedro Carrillo
Márquez, superintendente de Instrucción Popular de los Estados Trujillo y Zulia
expone:
“las exigencias de la época reclaman un movimiento transformador de la
educación pública, como base para despertar i fortalecer a la vez nuestros
propios sentimientos de paz i de cultura, colaborar con honra i decisión en la
obra regeneradora que se ha impuesto el Gobierno Nacional, reprimir las
inclinaciones peligrosas, cultivar en los niños el magno poder de la conciencia
i promover abiertamente el estricto cumplimiento de los deberes para con Dios,
la sociedad i la Patria.” (141)
Sin duda, el empeño civilizador emprendido por la Revista Pedagógica está provisto de una plena conciencia en
relación con los valores que tal empresa conlleva: la necesidad de transformar
los viejos métodos de enseñanza, las húmedas e insalubres edificaciones
utilizadas para la empresa educativa y el propósito de atender a la formación
integral del niño, a la que se suma esa
idea del papel de “facilitador” del maestro para el logro de los
cambios, la superación y la estabilidad social de los pueblos, son propósitos
que siguen una constante, indeclinable e invariable línea de acción. Es
evidente, también, la insistente
preocupación por la buena marcha de un proceso que de continuo se le identifica
como “base para despertar i fortalecer a la vez nuestros propios sentimientos
de paz i de cultura”; es decir, como plataforma fundamental de un proceso
civilizador nacional cuyo objetivo fundamental consistió en lograr un
equilibrio “perfecto” en lo social, económico, moral y económico.
El afán modernizador de la publicación también se manifiesta en el mecanismo de canje llevado a cabo con
revistas pedagógicas de América y Europa, entre otras, la revista literaria e
ilustrada chilena Pro-cultura, la
revista pedagógica española La escuela
moderna, la argentina El monitor de
la educación común; desde la capital ecuatoriana llega la Revista de educación. De las mismas se
toman algunos textos que permiten al maestro conocer métodos de enseñanza y
temas pedagógicos que se están debatiendo en países cuyos sistemas educativos
son reconocidos por su calidad e innovación.
Entre los trabajos reproducidos en la Revista
Pedagógica, llama la atención el artículo del inspector de la enseñanza
primaria en París, E. Huleux, titulado La
escuela primaria elemental francesa, y reproducido en el número trece de la
Revista Pedagógica (1912:124). Expone Huleux cómo los pensadores
republicanos entendieron que la democracia tiene que sostenerse, vivir y
desenvolverse sobre una masa popular culta y para ello es necesario organizar
la escuela y “hacer de ella una fuerza viva capaz de ejercitar su acción i una
acción benéfica sobre la conciencia nacional.” (1912:125).
Otro aspecto a destacar, de entre los mencionados por Huleux, es el
relacionado con la tendencia a introducir arte y belleza en la escuela; con
ello se busca introducir “la cultura del sentimiento a lo bello” desde la
primaria, logrando, de esta manera, su influencia sobre la educación ya que
ésta “eleva el alma, ennoblece el pensamiento, depura los sentimientos, de
manera que puede ser un poderoso medio de educación para nuestra democracia.”
(128).
En la Revista Pedagógica se
expone, en reiteradas oportunidades, la necesidad de una educación que contemple el desarrollo del gusto
estético en el niño desde el primer grado.
En el artículo titulado “El miedo”, de María Carbonell Sánchez, publicado
en La escuela Moderna de Madrid, y
reproducido en Revista Pedagógica número catorce, se sintetiza la relación entre
estos elementos de índole ético y estético: “la educación debe evitar
principalmente que degenere el excelso tipo infantil, i esto se conseguirá
creando en torno suyo una atmósfera moral, un ambiente de verdad i de belleza
que llegue a serle necesario durante el curso de la vida por lo constante i habitual.” (Carbonell Sánchez,
1912:143)
En el tercer número de la Revista
Pedagógica, se da inicio a una sección denominada “Recitaciones”, que en
los números finales se amplía a “Recitaciones i lecturas”, orientada a ofrecer
textos de carácter literarios, de autores conocidos, que pudieran servir a los
maestros para sus ejercicios con los
alumnos, en lectura, análisis gramatical y aplicaciones morales.
Todos los textos literarios de esta sección apuntan hacia el ideario social, ético, estético y
religioso que guiaba a la Superintendencia de Instrucción Primaria del Estado y
que a su vez se reflejaba en los acuerdos de las Asambleas de los Institutores
trujillanos, las conferencias de los invitados especiales de estas Asambleas y
los textos de carácter teórico y reflexivo tomados de otras publicaciones. A
esto habría que agregarle el valor didáctico de los mismos en cuanto a su
contenido, casi siempre orientado a dar lecciones de carácter moral y cívico y,
en oportunidades, a despertar el goce estético.
En la estética aristotélica, el arte
establece proximidades entre la belleza, el bien y la verdad, de ahí que
esa estructura artística esencial que es la poesía no podía faltar en un órgano
de formación educativa como la Revista
Pedagógica. A través de los textos poéticos se despierta la sensibilidad y
se amplía la imaginación de los lectores.
El lenguaje metafórico permite
reconocer asociaciones inesperadas entre los seres y las cosas y con
ello se enriquece el lenguaje. La expresión refinada y la estructura
métrico-musical contribuyen a la ejercitación de la memoria.
Los textos poéticos reproducidos son en su mayoría de las dos corrientes
literarias predominantes a principios de siglo en Latinoamérica y en Venezuela:
el romanticismo y el modernismo. Todos los poetas citados son de habla hispana,
particularmente venezolanos, colombianos, mexicanos, ecuatorianos,
puertorriqueños y españoles.
Constituye un tema recurrente en
la Revista Pedagógica la exaltación del campo en oposición a la
ciudad, ocupando la ciudad el polo negativo de la comparación. En este sentido,
queremos señalar particularmente la publicación de la Silva
criolla de Francisco Lazo Martí, poema cuya intención es concientizar a los
lectores sobre la importancia del ser y el quehacer venezolano, a través de la
proyección emocional que plasma el yo
lírico sobre el paisaje nativo. El poema se enmarca en la tradición
americanista iniciada en Venezuela por Andrés Bello con sus poemas “Alocución a
la poesía” de 1823 y “Silva a la agricultura de la zona tórrida” de 1826, y
continuada por Juan Antonio Pérez Bonalde en “Vuelta a la patria” de 1876.
En la revista se publicaron los
poemas: “Estudia” de Elías Calixto Pompa, “A la libertad” de Cecilio Acosta,
“Trabaja”, de Elías Calixto Pompa, “Oda a la libertad” de José H. García de
Quevedo, “Himno a la bandera venezolana” de Felipe Tejera, “A la libertad” de
Manuel del Palacio, “La escuela moderna” de Benigno Pallol, “El placer de la
virtud” de Juan Eugenio Hartzenbusch, “Cosechas” de Udón Pérez, “Lo azul” de
Antonio F. Grilo, “A la paz” de Rafael Escobar Roa, versos de José Martí, “Las
armas de un caballero” de M.R. Blanco Belmonte, “De blanco” de Manuel Gutierrez
Nájera, “El pabellón venezolano” de José R. Colina Montilla, “Diálogo. La
ilusión i la verdad” de Diego Jugo Ramírez, “Descansa” de Elías Calixto Pompa,
“Confiar y esperar” de Cosme D. Lagos, “Contra el alcoholismo” de Ageno,
“Siempre luchar” de Gabriel Ferrer Hernández, “Enseñanzas de Pitágoras”, “El
caballo de silla” de Salvador Rueda, “quien bebe, paga” de G. Núñez de Arce,
“Bolívar” de Abigail Lozano, , “La araña” de Francisco Villaespesa, “En el
cementerio” de Gabriel E. Muñoz, “El golpe” de Salvador Rueda, “Un niño” de José Joaquín Olmedo, “A un
impaciente” de Manuel de Sandoval, Silva criolla” de F. Lazo Martí y “El niño
sabio” de H. Este poema, aparecido en el último número de la Revista Pedagógica, cuestiona la
adulación por considerarla perniciosa para el talento. No podemos dejar de
citar los versos finales del poema en función del contexto histórico en que
aparece:
mas título hiperbólico indigesto
echa a perder
al prócer más modesto;
si genio a cada quisque se proclama,
desafina la
trompa de la fama;
el indiscreto
elogio, a maravillas
suele formar
las Marisabidillas,
i si bueno es el culantro, caballeros,
no tanto, dicen aptos cocineros;
quede, pues,
con la hipérbole maldita
la grei de aduladores parasita. (1913:238)
Para la fecha de la edición de la Revista,
ya el doctor Gil Fortoul y Carrillo Márquez habían sido destituidos de sus
cargos y las políticas progresistas que se estaban aplicando fueron
suspendidas; las edificaciones escolares convertidas en cuarteles y los
maestros, junto con sus alumnos, fueron ubicados en casas en ruinas. Comenzaba
a sentirse el peso de la dictadura y su desprecio por la educación del pueblo.
La adulación se había convertido en una práctica reiterada para conseguir los
favores del general Gómez.
Aparecen también una serie de textos carácter religioso: “Pater dimmitteillis” de J. A. Pérez
Bonalde, “Stabat mater” de Isidoro
Hernández y Hernández, “A Judas” de Juan Nicasio Gallego, “La Iglesia” de
Felipe Tejera, “Paternoster” de El
padre Mendoza, “Ave María” de Juan de Dios Peza, “El retrato de Jesucristo”,
“Al borde de la tumba” de Manuel del Palacio, “La fe” de Emilio Castelar, “El
nacimiento” de J. Antonio Cavestany,
“Jesús” de Víctor Hugo, “La redención” de José Jackson Veyán.
Textos en prosa de índole
reflexiva y formativa: “Para las damas” de Severo Catalina, “Trabajad” sin
autor, y “Decálogo del patriotismo” de Tulio Febres Cordero, “La palabra i el
silencio” de Samuel Smiles, dos textos titulados “La instrucción”, uno de
Miguel Ángel Santeliz, y otro de Emilio Castelar; “La vulgaridad” de José
Ingenieros; “El maestro” de H. Hernández y “Consejos de Jorge Washington”.
Varios textos en prosa y verso sobre el tema del árbol. Un cuento de Amado
Nervo.
Al final de la sección “Recitaciones i lecturas” aparece un apartado
titulado Pensamientos, allí se incluyen frases de escritores y pensadores de
múltiples nacionalidades, entre ellos: Quevedo, Cicerón, Lord Bacon, Séneca,
George Eliot, Lockman, Napoleón I, Tingley, La Rochefoucauld, Virgilio, Fray
Luis de León, Segur, Prévot, Setanti, Madame de Gasparin, Napoleón, Madame de
Genlis, Voltaire, Madame de Stael, Lamartine, La Bruyere.
En los textos se exalta las virtudes del trabajo, el esfuerzo, el
optimismo, la honradez, el heroísmo, la paciencia y se repudia los vicios como
la holgazanería, la pereza, el alcoholismo, etc.
Muchas e importantes fueron las reformas llevadas a cabo en el sistema
educativo venezolano y particularmente en el Estado Trujillo, en esos escasos
dos años en que Gil Fortoul estuvo a cargo del Ministerio y Carrillo Márquez de
la Superintendencia de Instrucción Popular. Sin embargo, el esfuerzo
desarrollado por elevar el nivel educativo, se vio prontamente truncado. El
régimen de Juan Vicente Gómez no veía con buenos ojos el impulso dado a la
instrucción pública y en 1913, tanto Gil Fortoul como Carrillo Márquez fueros
destituidos de sus cargos. En abril de 1914, Pedro Carrillo Márquez fue hecho
prisionero y enviado al Castillo de San Carlos, donde permaneció recluido por
año y medio, junto a otros que adversaban al
dictador.
Cien años más tarde, la Revista Pedagógica se presenta a sus
lectores como un documento de fundamental importancia en la historia de la
educación venezolana. Sus páginas propician un interesante debate en relación a
ciertos problemas y deficiencias que, aunque sea duro reconocer, siguen
vigentes, en ciertas zonas de nuestro
deprimido estado Trujillo.
REFERENCIAS
BIBLIO-HEMEROGRÁFICAS:
GIL FORTOUL,
José. 1956. “El hombre y la historia”. en Obras
Completas. Vol. IV.
[1] Todas
las citas, excepto la de Gil Fortoul, han sido extraídas de la segunda edición
de la Revista Pedagógica, (1967).
Se ha reseñado el año en que fueron publicadas en el original y la página en
que aparecen en la edición consultada.
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