Carmen Virginia Carrillo
En
oportunidades, los muertos nos visitan. No se asuste, ni crea que ahora veo
fantasmas. Me refiero a esos momentos mágicos que ocurren en medio de nuestra
ajetreada existencia, que nos obligan a detenernos y a conversar con nuestros más
queridos deudos.
Eso me
ocurrió justamente anoche. Llegaba del gimnasio sudada y acalorada, con hambre
y sed. Me disponía a darme una ducha helada para refrescarme, cuando sonó mi
celular. Era mi hermano Manuel, necesitaba con urgencia las copias de las
cédulas de mis padres para trámite legal.
Temiendo
que si lo dejaba para más tarde se me pudiera olvidar, me dispuse a revisar un
cajón donde guardo esos pequeños y aparentemente insignificantes tesoros de la
herencia familiar, y recuerdos de amigos ya idos.
El primero
en asomarse fue mi papá a través de una vieja agenda telefónica en que muchos
años atrás, cuando todavía yo no había nacido, anotaba las fórmulas magistrales
que mandaba a preparar en la botica de la esquina de su consultorio, para sus
pacientes.
En la letra
A, por ejemplo, estaba
Amibiasis:
Polvo
ipeca 4 gr
Polvo
carbón álamo
Subnitrato
Bi 100 gr
Jbe. Simple
Glicerina
R.
cucharaditas 1 a 10 p. día
Mi papá era cirujano, sin embargo, como solía ocurrir a mediados del siglo XX, cuando no había tantas especialidades, ejercía como médico general y atendía partos. He aquí una lista de medicinas para parturinetas:
Me
disculpan los lectores galenos si he
transcrito equivocadamente alguna palabra. Mi papá, como buen médico de aquella
época, tenía una letra casi jeroglífica.
Interesante
la fórmula para el cólico hepático:
Antipirina 2,50 gr.
Jarabe
belladona 20 gr.
Id.
Morfina 20 gr.
H° O tauret
cerezo 15gr.
Infusión de
tilo cp p. 150gr.
1 cuch c ¼
de hora hasta calmar dolor.
En las páginas en blanco, muchos
años después de que el doctor Pedro Emilio Carrillo escribiera estas recetas,
mi hija Guadalupe decidió realizar sus primeros dibujos.
En la letra J, escrito con letra de mi madre, encontré lo siguiente:
La agenda de fórmulas magistrales había pasado a los dominios de la nieta.
Tras
deleitarme con aquella libreta que me obligó a viajar al siglo pasado, tropecé con
un recordatorio que, en el novenario de la muerte de mi madre ofrecieron sus
queridas amigas Lola, Pepita, Milly y Marilucha.
Después se
asomó mi hijo Daniel, quien me dejó muy pronto. En medio de los papeles surgió
una pequeña foto carnet de cuanto tenía dos añitos. No llegó a celebrar los
veinte.
Luego, para
aliviar la tristeza que me habita cada vez
que recuerdo a mi amado Dany boy, como le solíamos decir, encontré una carta que mi querido amigo Eugenio Montejo me envió junto con un ejemplar
de la revista La Tuna de oro. También el poeta se fue antes de tiempo dejándonos con ganas de leer más versos suyos.
Finalmente aparecieron las cédulas. Agradecí la circunstancia que me permitió esa pequeña
reunión con estos seres queridos, que definitivamente siempre están
presentes en nuestras vidas.
2 comentarios:
Carmen Virginia: qué bello homenaje el que rendiste a seres tan entrañables, a través de la magia de las fotos y de los textos recuperados.El post habla también de muertos muy queridos, pero como todo lo que escribes,es un canto a la vida. Y además, destila una tranquila emoción. Muchos agradecerán esos recuerdos, y la magia de tus palabras.
Hermoso, querida amiga! Después de habernos imbuído en una semana de memorias y cuentos de la adolescencia, no resulta extraño que te brindaras, como parte de un menú muy especial, la búsqueda de esos recuerdos entrañables. El resúmen de tu excursión entre la remembranza de tus gavetas, excelente!... las imágenes e información médica, no puede ser menos oportuna, como alternativa en una nueva forma de encontrar remedios para el alma y el corazón! Abrazo fuerte, y gracias por alegrarnos nuevamente!
Publicar un comentario