Carmen Virginia Carrillo
Francisco Pérez Perdomo (Boconó, 1930)
publicó en la editorial del grupo Sardio su primer libro, Fantasmas y Enfermedades el año1961; dos
años más tarde, bajo el sello de El Techo de la Ballena apareció Los Venenos Fieles y el año de 1966
La depravación de los astros.
Heredera de
José Antonio Ramos Sucre, la poesía de
Pérez Perdomo dialoga con Baudelaire, Rainer María Rilke, los
surrealistas, Franz Kafka, Henri
Michaux, la literatura fantástica y del horror, particularmente con autores como Edgar Alan
Poe y Howard P. Lovercraft. Tanto la influencia de lo fantástico,
como las vivencias de la infancia
del autor en su ciudad natal, Boconó, en los andes venezolanos, están asociada
a la magia. A través de la magia el
autor alcanza una visión fantasmática de un mundo sobrenatural en el cual el
hablante cohabita con criaturas imaginarias.
En la obra de Pérez Perdomo percibimos un mundo abigarrado en el cual un amplio bestiario preludia la desgracia y
la muerte; seres misteriosos y repulsivos habitantes de una realidad
inquietante, encarnan el mal de cuya violencia no se logra escapar. A través de
la palabra poética, el autor construye mundos alternos; este intento de evasión hacia lo imaginario
constituye la representación de un estado
de ánimo signado por la desesperanza y la impotencia que la realidad provoca; expresión de rebeldía
contra un entorno amenazante que parece arrojar al hablante de estos
poemas más allá de lo tolerable. Travesía por estados de inconsciencia, mundos alucinatorios que provocan vivencias de extrañamiento en un
yo enajenado que se enfrenta a sus propios monstruos. Estos seres
pertenecen a las esferas de lo onírico y el inconsciente, de ahí que la noche
sea el tiempo privilegiado en los textos. Los escenarios sombríos, inhóspitos
y delirantes, así como los itinerarios
aterradores, que conducen a experiencias insólitas en las cuales las fronteras
entre la realidad y la irrealidad se confunden, expresan la angustia
existencial del autor ante una sociedad injusta y opresora.
La obra de Francisco
Pérez Perdomo se desarrolla dentro de la categoría de “lo soñado”. Lo fantasmagórico y lo paradójico constituyen expresiones de
la alteridad en los poemas. La presencia de lo abyecto y lo grotesco articulan formas del horror. El peligro en
oportunidades proviene del exterior del yo, sin embargo en ciertas ocasiones
habita la interioridad misma del hablante. Frente a la hostilidad y el padecimiento
el yo se transfigura, se fragmenta o se desdobla. La conexión del yo lírico con
la alteridad se realiza a partir de la presencia del otro, y de esta manera se
resquebrajan las presuposiciones de la unidad del ser. A partir de la contraposición del yo/otro se
desarrollan los binomios
oposicionales en los niveles temporal y espacial; desde el par sueño/vigilia se
amplían al de incorporeidad/corporeidad, muerte/vida, eterno/perecedero. Estos ámbitos,
contrapuestos y a la vez interrelacionados, están separados por una
frontera que es permanentemente
transgredida. Rimbaud, con su famosa frase “J´est autre” nos remite a ese
desdoblamiento interior que padece el poeta; la presencia del doble representa el peligro de la aniquilación del
yo, la incomunicación y el aislamiento en oportunidades se presentan como el
origen de esta fragmentación del ser.
Fantasmas y enfermedades (1961) está constituido por 17
poemas, en ellos un yo lírico, habitante de los suburbios y barrios apartados
de la ciudad, transeúnte nocturno de parques, calles y teatros, intenta sobrevivir al acoso de
fantasmas, espectros, monstruos, duendes y animales siniestros, a la vez que
escucha mensajes cuyos enigmas trata de descifrar. Una sensación de extrañeza
invade al hablante quien se ve arrastrado más allá de las fronteras de lo real,
hacia territorios tenebrosos. Las enfermedades constituyen la otra gran amenaza
del hablante; ellas representan una
forma de desplazamiento hacia la destrucción. Enfermedades del cuerpo y
del espíritu que constituyen una forma
del mal que acecha permanentemente al hombre:
Hay enfermedades familiares
Enfermedades
que bajan por la columna vertebral
Como monos
selváticos
Enfermedades
reales a las que el órgano de evasión
les resta
importancia.
Así como hay enfermedades
que nos hacen
escupir al amigo o a la amada
esta enfermedad
me toma de la mano
y me conduce no
propiamente a las atmósferas
perfumadas de
las salas de baile
(…) (Pérez Perdomo, 1961: 53)
En los poemas la luz, la salud y la vida se ven amenazadas por la oscuridad,
las tinieblas, las enfermedades terribles como el cáncer y la lepra, -que
aparecen personificadas en el apartado número 4 del poema “De las enfermedades”- y la muerte.
La alteridad, que experimenta el yo lírico,
funciona no sólo a nivel de la identidad y en los ámbitos de lo espacial y lo
temporal, sino también en el plano del discurso, de ahí que el autor insista en
la dualidad del lenguaje y su contradicción entre la capacidad y la imposibilidad de comunicar:
Maldigo esta lengua
incapaz de
murmurarte al oído
la palabra
evidente
Aparte de la
economía o derroche del lenguaje
toda lengua a
la hora precisa
pierde el
control de sus propias palabras
Es la hora en
que desde las profundidades
ascienden los
monstruos dominantes
Y por más
singular que se afirme
Todo lenguaje
propio
En suma carece
de propiedades
Sólo somos las
máscaras en donde resuenan
las
desaparecidas voces de antaño. (39)
Consideramos que este metatexto puede relacionarse también con el poema
“Palabras” en el cual el autor humaniza el lenguaje para describir su función y
reflexionar sobre el proceso de pérdida y disolución de la identidad del
lenguaje:
…
A una palabra se la entierra de la misma manera
que a una
horrible o linda dama
sin estimar en
nada su grado de elegancia
Y entonces
vienen los fantasmas
las palabras
que salen
Las palabras
muertas se complacen a menudo
en escenificar
la resurrección de Lázaro
como si eso las
tentara
Esto explica
que haya palabras tan desarraigadas
tan perdidas en
el tumulto de nuestra época
palabras que
hacen el ridículo
palabras
rezagadas en tarjetas postales
palabras mal
vestidas
palabras que
usan todavía bajo techo paraguas.
(35-36)
En el poema el autor juega con el absurdo, y el
humor se instaura en el sinsentido de la situación planteada en el texto. Pérez Perdomo
pone de manifiesto la capacidad humorística del absurdo. En ciertas
oportunidades el azar cambia el rumbo de los acontecimientos hacia situaciones
irreales trastocando las previsiones
lógicas:
Qué voz que no es la mía
habla por mi en
los suburbios
en los teatros
me despierta
cuando duermo
con largas
historias de fantasmas
me sobresalta
con alarmas
cuando me
aproximo a los abismos
qué mano que no
es la mía
(la estudio y
no descifro su mensaje)
hala mis orejas
y me saca de
ciertas profundidades que me abruman
como a la
víctima de un naufragio
qué mano se
rasca por mi
con uñas no
demasiado largas
me arrastra
lava en mi cara
las impurezas
matinales
purifica mi
rostro en los lavabos
qué pasos
lanzados al azar
invaden y
llenan de fiebre a mis zapatos
qué ojos
terriblemente fijos
desplazan mis
miradas
He aquí mi
expiación
… (13-14)
En la mayoría de los poemas la realidad está
constantemente invadida por seres de otros mundos, que desde las profundidades
del abismo tratan de aniquilar al hablante.
El yo escucha, en las sombras de la noche, las revelaciones
terribles del otro que intenta apoderarse de su cuerpo y de sus
espacios. Otras veces el absurdo se aproxima a la hipérbole, y ambas se
convierten en procedimientos textuales de lo grotesco:
Relataré mi
historia. Mis necesidades me abrumaron.
Cayeron sobre
mi cuello al modo de ciertas plagas muy voraces.
Mis necesidades
me decapitaron.
Cualquier
situación extraña suscitada en lo más
profundo de mis
intimidades de inmediato avanzaba y
congregaba en
torno a ella las preocupaciones
más indolentes
y en consecuencia mucho menos filiales.
De allí que mis
orejas tan grandes en otros tiempos,
tal vez de
albergar tan espantosos ruidos de infancia,
se fueran
recogiendo sobre esa melodía que brota diaria y
sistemáticamente
desde mis profundidades,
hasta que un
día ya no fueron más perceptibles y sólo esa
melodía
verificaba su existencia en i cara.
De tanta
expectación hacia adentro, mis orejas se cerraron
a la tormenta y
sus sonidos de poderes retroactivos y mágicos.
Igual suerte
corrieron mis manos.
Olvidadas de
sus funciones, como topos se fueron concentrando
En sí mismas
hasta que en definitiva perdieron sus sentido de manos.
… (1961: 73-74)
A partir del onceavo poema “De las enfermedades” la
matriz temática del libro se centra en las enfermedades y sus posibles
curaciones. La muerte, que desde los primeros textos aparecía como la amenaza
mayor, pareciera postergarse ante una
posibilidad de salvación:
Salvados
pero todavía como
vestidos de ese limo negro
que dejan las
catástrofes
y ese polvo y
esa marca
de haber vivido
tanto tiempo en sitio tan extraño
en ese cuarto
tan cerrado
y por muchas
razones tan parecido a ese lugar
con manos
acostumbradas a las tinieblas
y ese cerco de
ojos sin brillo vigilándonos
y esas máscaras
como retorcidas
por los
estigmas de las más diversas circunstancias
y de regreso
ahora y reiterados como un hábito
a las
enfermedades cotidianas
dulce cómplice
después de
haber vivido sombríos e impunes al azar
(65)
El hablante, que se describe a sí mismo como un
“Hombre dividido”, “Engendro de ángel y demonio”, se acusa: “Soy el crimen y la víctima del
crimen” (70). Este juego de paradojas se
complementa con la presencia de la
máscara expresión de lo desconocido que
se esconde tras las apariencias. Al igual que los fantasmas, las máscaras
guardan enigmas que nos invitan a
descifrar.
El universo verbal que Francisco Pérez Perdomo
construye en Venenos Fieles (1963) gira en torno a un mundo
absurdo y terrible en el cual la muerte
es una constante amenaza. Las atmósferas oníricas abren paso a las
visiones fantasmáticas de seres que se apoderan de la realidad develando
contradicciones entre lo irracional y lo racional. Ya Rafael Cadenas, en el
prólogo a este libro de Pérez Perdomo, advierte: “Erraría el camino quien
tratase de entrar en los dominios lábiles de Los venenos files con la
sola asistencia de la orgullosa lógica usual” (s/p).
Los poemas, titulados con
la primera letra de la palabra que inicia el texto[1], están
escritos en su mayoría en prosa. El primer de ellos resulta una suerte de ars poética del autor:
Había caído en un error
inexplicable. Me situaba frente a las cosas con ojos tradicionales. Costumbre
sin duda funesta y deleznable. Desconocía que el objetivo del ojo nada a la
deriva de las circunstancias y que una especie de dinámica incesante o círculo
vicioso era el objetivo del paisaje. La iniciación en el secreto de estas
aparentes novedades me aportaron el sosiego y me pusieron en guardia ante
ciertas verdades degradadas y más comúnmente conocidas con el nombre de
verdades elementales. Arranqué de mí esa lógica demasiado petrificada del
paisaje. Entonces comprendí el ciclo de las mutaciones: el ojo azul convertido
de repente en pico de águila, las cabelleras muertas ondeando en espléndidas
plantaciones de algas, la piedra profiriendo en el desierto la voz del
solitario. Nada me fue extraño. Comprendí también, gracias a las facilidades
del método empírico, que el Órgano a semejanza del Verbo produce un susurro
musical y que sus melodías, a la manera de largas lágrimas, quedan vibrando en
el espacio, suprema resonancia. Asimismo comprendí que la vida es un proceso o
una querella ciertamente nefasta donde la función sobrevive al órgano después
de asesinarlo. Pensamiento este muy similar a aquel otro de que todo el tiempo
está contenido en el colmillo de un caballo. Bueno, la música vibraba. Y así el
tiempo y el espacio no fueron más que órganos desplazados (o despedazados).
Catástrofe genial (Pérez Perdomo, 1963: s/p).
Una poesía de metamorfosis y trasmutaciones que
convierte lo extraño en normal y viceversa. El hablante declara su rechazo por
todo lo convencional y por la lógica formal y propone un mundo ficticio en el
cual la ambigüedad y la equivocidad de la palabra amplifican los sentidos
metafóricos del texto. La palabra fusiona los contrarios y construye nuevas mitologías poéticas; a través de la
analogía el autor acentúa el poder taumatúrgico del lenguaje poético. Verbo y
materia trascienden de manera semejante a través de las renovaciones que
experimentan constantemente.
Como
preparación para la escritura el hablante señala la necesidad del trance y del
despojamiento: “Cuando escribo debo ponerme en trance. No es ninguna novedad. Mi
primer padre y también mi último padre me iluminaron con la clarividencia de un
vocablo: DESPOJARSE” (s/p). Pareciera existir en esto una suerte de ritualidad,
como si la palabra estuviera más allá del hablante y éste sólo fuera un
instrumento para su materialización: “La voz busca una boca donde estirarse en
ráfagas una lengua para precipitar el derrumbe de las palabras abismo abajo
hacerlas girar en la uña y no en el hueco del labio sino en el labio la voz…”
(s/p). Estas propuestas nos remiten a la
idea romántica de la inspiración poética
que luego pasará a los surrealistas.
La poesía se convierte en una especie de Aleph,
punto de confluencia de las capacidades
racionales e irracionales del lenguaje. Así Pérez Perdomo dirá en “U”: “debía pues morir en equilibrio puro,
justo en el centro congruente del azar de los contrarios” (s/p). Manifestación
de esa otredad del hombre que es la inspiración, (Paz,1986:179).
Pérez Perdomo insiste en ese carácter inconsciente
e involuntario de la inspiración que, según Paz, es una de las características
de la poesía surrealista; una realidad disgregada se reconstruye en mundos
verbales que el poeta diseña al azar.
En los poemas un yo lírico permanentemente
desplazado hacia territorios irreales describe su cuerpo, su mundo y el
lenguaje mismo, como una naturaleza
fragmentada; esta cualidad pareciera formar parte de la naturaleza del caos en que habita el
hablante, quien se encuentra atrapado en un estado de conciencia en donde el
tiempo no avanza:
...vas y regresas al punto de
origen subes y bajas por las patas de la cama arrastrando el vientre frotando
el vientre sueñas y te encolerizas tienes malas visiones te persiguen en la
noche fragmentos de vocablos que ardiendo se incrustan en tu piel hasta la
náusea pero la palabra mortal jamás se reconstruye cuentas los pasos al regreso
uno dos tres ¿cuántos? Nunca lo sabes pero sabes que siempre son los mismos el
total invariable la misma cama y el tiempo que hace crecer las uñas son los
mismos pasos y las escaleras (…) (s/p).
La metrópolis, la ciudad industrializada y masificada ofrece una
infraestructura deshumanizada a sus habitantes quienes optan por una especie de
exilio interior. El hablante es
perseguido por monstruos y espectros que buscan su destrucción, se insiste,
además, en el peligro del contagio y la
contaminación. De nuevo encontramos la presencia de máscaras, animales y cadáveres. En estos poemas se
percibe una mayor insistencia en nombrar
elementos escatológicos.
El año de 1966, La Depravación de los astros
obtuvo el Premio de la Bienal “José Rafael Pocaterra”. En este poemario
encontramos ciertas recurrencias temáticas con respecto a los libros anteriores,
entre ellas cabe destacar: la indagación en estados psíquicos anormales, la
fascinación por lo extraño, la presencia de atmósferas oníricas, el viaje hacia
universos interiores, la lucha contra un doble que en oportunidades se presenta como un ser monstruoso, la obsesión por la
muerte, la disolución de las nociones convencionales de espacio y tiempo, la reiterada descripción del hablante a partir de sus partes, como un ser
fragmentado y desarticulado, la
presencia de máscaras, fantasmas, espectros y animales tradicionalmente
asociados al mundo de la oscuridad. Estos procedimientos textuales podrían
interpretarse como una escenificación del mundo y de la vida del hombre
moderno.
Sin embargo, es importante destacar las innovaciones que el poemario ofrece; a la
realidad textual que nos había presentado en los dos libros anteriores y que
incluye el sueño, la locura, la magia y el azar, se suman importantes
referencias mitológicas y arquetípicas de la cultura occidental, con las que se
establece una relación intertextual. La consistencia simbólica del mito permite
incluir elementos de ámbitos contrapuestos, reales y virtuales, que se llevan a
cabo en tiempos y espacios ilimitados y que otorgan sentido a aquellas
situaciones límite que desbordan al hombre.
En los poemas encontramos personajes del mundo
griego y de la literatura europea en una amalgama de reelaboraciones
simbólicas:
(…)
¡Helena! ¡Helena!, ¡oh cruel
alucinación!, el fantasma de Aquiles te sorprende en la beatitud augusta del
sueño. Yo, Fausto, conducido aquí por Manto, como Orfeo desciendo a los
infiernos y cuando te encuentro “respiro apenas, mi lengua balbucea”, -Tú
perteneces únicamente a la primera edad del mundo”.
(…)
Brazos puros al margen de las deformidades
Levitación inmemorial
Brazos puros de Ariadna
Guiadme. (10-11)
La presencia de estos personajes emblemáticos
pertenecientes a un imaginario clásico,
además de resaltar el legado cultural del autor, permite la recreación literaria de ciertos
mitos con una nueva intencionalidad dentro del universo fantástico de Pérez
Perdomo.
La idea del viaje como una forma de reencuentro o
de búsqueda de la amada es también la de la búsqueda de sí mismo, de la
identidad perdida en los múltiples desdoblamientos que el hablante sufre. Por
otro lado, la presencia de estos héroes míticos permite una trasposición de los
valores que caracterizan al yo lírico, a
partir de comparaciones que se establecen en el texto. La combinación de
arquetipos como Fausto y Orfeo, dos
magos paganos enamorados con un trágico destino refuerza la propuesta del autor
en relación al poder mágico de la
palabra poética. Fausto, el hombre imaginativo que vende el alma al diablo y Orfeo, el mago del canto que falla en su más importante hazaña:
recuperar a Eurídice, y que tras el
infructuoso viaje al mundo de los muertos, alcanza la consagración como poeta.
La muerte representa la gran frustración de todos los hombres y sólo la poesía
se convierte en el gran acto mágico de la inmortalidad, ya que a través de la
palabra el hombre supera sus propias limitaciones y alcanza la trascendencia.
En reiteradas oportunidades encontramos mundos y
situaciones que se rigen por el absurdo, como en los poemas en los cuales el yo
lírico que intenta trasladarse, sin que
sus desplazamientos ocurran, ya que tras las subidas, bajadas, entradas y
salidas, el hablante se encuentra irremediablemente en el mismo lugar:
Nunca pude cerrar el círculo de
mi imaginación en el punto más alto. En ese sitio permanecía constantemente
abierto como una herida mal curada. Mis intentos fueron vanos. Trataba de
escalarlo pero siempre resbalaba del punto culminante y retrocedía abismos más
abajo y a una distancia igual a la
recorrida entre el sitio de partida y el punto más alto, punto movible pues
cada caída desplazaba el punto culminante al lugar de la partida inmediatamente anterior para alcanzarlo A
cada caída el animal que llevaba a horcajadas en mis hombros me paraba y
trepando de nuevo en mis espaldas me espoleaba y alimentaba con más furia ese
sueño obsesivo de la altura que no me abandona jamás. (13)
¿Es acaso el hablante un nuevo Sísifo que se
desplaza por el espacio indeterminado del sueño, condenado a no alcanzar la
meta y a no despertar de esa pesadilla que se repite infinitamente?
En algunos poemas aparecen los primeros indicios de
lo que será una constante en libros posteriores del autor, la evocación de su
infancia rural. Así dice en el poema 18: “mi origen rural encendió en mí una
devoción ciega por los magos” (38). Estas memorias, aunadas al poder
imaginativo del autor, producen un efecto de circularidad: “Nunca pude cerrar
el círculo de mi imaginación en el punto más alto” (13).
En el poema,
como en el mito, el tiempo se hace
circular, eterno retorno en el cual el hablante evoca el pasado y lo revive
infinitamente. Esta concepción circular de la
vida y el tiempo contradice la idea del tiempo lineal de la historia. Nos
encontramos frente a una noción espacio-temporal característica de la modernidad
literaria, en la cual el presente se convierte en una confluencia de
todos los tiempos. En este libro casi todos los
poemas están escritos en prosa, algunos
en verso y dos en forma de diálogo, como el poema 7; en este texto dos
personajes, que permanecen recluidos por haber infringido una norma, dialogan entre sí. La situación se presenta
como absurda y el final es de una irrealidad desconcertante:
-No lo sé.
-¿Pero cómo?
-Nunca se sabe. ¿Cómo podría entonces saberlo?
Es tan duro. Son tiempos tan descarnados, de pesadilla. Sólo se ven huesos
y
pedazos de sueños por todas partes.
-Lo se. Hay un brillo en la oscuridad como de lámpara macabra. Uno se
habitúa, pero no todos corren la misma suerte. Tengo miedo.
-¿De qué?
-¿No te das cuenta? Infringimos normas disciplinarias.
-No lo sabía. Soy nuevo aquí.
-Pero de todos modos el Reglamento es inflexible. Nos sancionarán con un
encierro duro y atrozmente prolongado.
-¿Y se nos bañará diariamente, al amanecer, como a los animales? ¿Se nos
incomunicará y se nos reducirá a pan y agua?
-Pero es que? … ¿careces de instrucción al respecto? … Si antes de entrar
todos somos suficientemente aleccionados.
…
-Dices tonterías.
-No. Sé que estás cosas te disgustan y por eso te largas.
-Pero … pero si yo jamás he venido. Nunca he venido. Debe haber un
error.
Adiós. (15-17)
La
incoherencia de la situación que se suscita en el poema busca el asombro del
lector y el final inesperado pareciera borrar los indicios de realidad que el
diálogo en un principio ofrece. A medida que el texto avanza la acción se
difumina en una bruma de irrealidad. Es la presencia del absurdo que nos acerca
al horror de sentirnos sometidos a un
mundo que no controlamos porque escapa a la razón. En otros poemas lo siniestro transgrede los límites y el horror invade la
escena y la impregna de fatalidad.
En este libro
la idea de duplicación también se produce a partir de la imagen del espejo. Símbolo de
analogía, el yo reflejado se vuelve otro, la
fragmentación y la repetición
funcionan como un círculo vicioso en el que
se encuentra atrapado el yo:
Te miras en el espejo. En el globo de vidrio. Te acicalas. Te compones el
cuello, la corbata. Te retocas el peinado. Observas tu propia imagen desde
todos los ángulos. De frente, de lado; desde el agua, desde el fuego y el aire.
Con curiosidad. Miras el tiempo. Consultas a los abismos. Te adelantas mil
años. Vives. Regresas. Te miras en el espejo. En el globo de vidrio. Te
acicalas. Te compones el cuello, la corbata. Te retocas el peinado. Observas tu
propia imagen desde todos los ángulos. De frente, de lado; desde el agua, desde
el fuego y el aire. Con curiosidad. Miras el tiempo. Consultas a los abismos.
Te adelantas mil años. Vives. Regresas. Te miras en el espejo… (36)
El espejo
ofrece una imagen parcial que resulta, en el distanciamiento una primera
representación de ese otro que somos cuando nos observamos desde fuera de
nosotros mismos. Imagen congelada del tiempo, reflejo de la existencia y
asombro frente a la vida misma.
El universo
poético de Francisco Pérez Perdomo está plagado de símbolos; palabras que
describen el mundo con imágenes y figuras sombrías; escenarios ambiguos.
Pequeños relatos que develan el
desamparo de un hablante desterrado a un submundo asfixiante y opresivo,
poblado por animales viscosos y presencias fantasmales. En los textos
la realidad
se representa inestable y el poeta busca
mostrar la otra cara de lo real; es la
presencia invisible que se oculta tras lo visible, acontecimientos que
transcurren en un espacio y un tiempo virtual.
La obra de Pérez Perdomo es
heredera de una concepción ancestral de
la poesía que adjudicaba a la palabra un poder mágico capaz de transformar la
realidad.
En los tres poemarios
percibimos una tendencia a la
experimentación verbal, en oportunidades omite los signos de puntuación; en
general los poemas tienden a la narratividad y el prosaísmo, el autor ha
desarrollado un pulcro trabajo de escritura en ese difícil arte de la poesía en
prosa; es precisamente éste uno de los rasgos que acercan la poesía de Pérez Perdomo a la obra
de José Antonio Ramos Sucre. Una constante en su poesía es la presencia del
absurdo y la paradoja como formas de
construcción de mundos alternos a través del lenguaje.
Una poesía que, además de
construir mundos alternos, nos conecta con los mitos universales y se hunde
en consideraciones de carácter
ontológico. Se ocupa también el autor de reflexionar sobre las capacidades
creadoras del lenguaje a través de
metapoemas. La tradición de
teorizar acerca del oficio de la
escritura a partir del mismo acto creador, surge en la modernidad con
Baudelaire y Poe. Hugo Friedrich considera que el móvil de dicha práctica
obedece “a la convicción moderna de que
la tarea poética es una aventura del espíritu operante que al mismo tiempo se
observa a sí mismo, aumentando así la alta tensión poética por el hecho de
teorizar acerca de su propia tarea.” (1974:190-191) El autor reflexiona sobre
el oficio de la escritura en el poema mismo y
desarrolla su poética.
Francisco Pérez Perdomo
desarrolló una obra poética fundamentada en
la creación de mundos alternos en
los cuales las nociones de tiempo y espacio se trastocan; esta poética tiene su
complemento en la imagen del doble. Ya José Antonio Ramos Sucre a principios de
siglo y más contemporáneamente Juan Sánchez Peláez, en su Animal de
costumbre (1959) habían experimentado con la temática del doble, en sus
variantes de la máscara y el espejo.
La temática de la
muerte es una presencia constante en los textos; también forman parte de esta
matriz semántica el crimen, las persecuciones, reclusiones, castigos y torturas
infligidos a los personajes de los textos. Consideramos que la presencia de
los escenarios de violencia a los cuales alude esta poesía constituye una
respuesta a los conflictos que la ciudad peligrosa y hostil permanentemente
suscita.
[1] En los casos en que la letra se repite el autor le coloca una numeración adicional; así
tenemos el poema L, el L1, L2, y así sucesivamente.
1 comentario:
Una escritora amiga, Alicia Migdal, me acusó en cierta oportunidad de ser “un antipoeta implacable”. Era cierto cuando Alicia me formuló la acusación. Pero no es cierto ahora. Y en buena parte, eso se debe a un libro que leí en el 2010. Se titula De la belleza y el furor, y fue escrito por la profesora Carmen Virginia Carrillo. En un trabajo que escribí para el diario Tal Cual, dije que cada palabra del texto de la profesora Carrillo tenía, como lo hubiera deseado E.B. White, densidad y peso específico. Se trata de un ensayo escrito con una pericia muy especial.
Al analizar las poéticas contestarías de Venezuela y de América Latina en las décadas de los sesenta y los setenta, Carmen Virginia Carrillo descubrió poetas y poesías que ya forman parte del gran libro de América Latina. De la belleza y el furor me enseñó a amar a Eugenio Montejo, a Rafael Cadenas, a Caupolicán Ovalles, y al enorme Francisco Pérez Perdomo, que acaba de fallecer. No creo que exista mejor homenaje al poeta Pérez Perdomo que lo escrito por la profesora Carrillo. Parte de sus excelencias están reflejadas en el ensayo publicado en la entrada más reciente de su blog.
Y si el lector quiere profundizar en esos creadores, descubrir o redescubrir páginas inolvidables, ahí está el libro De la belleza y el furor.
Los rumores suelen pertenecer a dos categorías: hay rumores malos y hay otros todavía peores. Pero hay cierta clase de rumores relacionados con la actividad intelectual que siempre resultan buenos. Por ahí transita el rumor de que De la belleza y el furor pronto circulará como libro electrónico. Ojalá que ese rumor se convierta velozmente en realidad. La cultura de Venezuela necesita nutrirse de buenos rumores.
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