Carmen Virginia Carrillo.
Esta mañana
los medios anunciaban la muerte del gran poeta venezolano nacido en Boconó,
estado Trujillo, Francisco Pérez Perdomo. Hace algunos años, cuando comenzaba
a investigar sobre la poesía de la
década de los sesenta en Venezuela, conocí a Pérez Perdomo. Lo entrevisté en su
oficina; a partir de entonces nos mantuvimos en contacto, pues su trabajo
poético me interesaba particularmente. Meses más tarde lo invitamos a la
Universidad de los Andes, núcleo Trujillo para un evento que habíamos
organizado el Centro de Investigaciones literarias y lingüísticas Mario Briceño
Iragorry y el Ateneo de Trujillo, auspiciados por el CONAC. En aquel entonces
yo dirigía el CILL y Margot Carrillo el Ateneo.
En esa
oportunidad celebramos la poesía de Francisco Pérez Perdomo, José Barroeta, Ana
Enriqueta Terán y Ramón Palomares. Un nutrido público se congregó para conocer
el trabajo de críticos y estudiosos de la obra de estos grandes escritores y
particularmente para escucharlos leer sus poemas. Pocas veces la palabra
poética había hechizado a una audiencia tan amplia de forma tan contundente.
Como
un homenaje al poeta, publico hoy en el blog la entrevista que le hiciera y uno
de mis trabajos sobre sus primeros libros.
CVC: poeta, es sabido que su primera publicación: Fantasmas y Enfermedades, fue
publicada el año 1961 en la editorial
del grupo Sardio; dos años más tarde, bajo el sello de El Techo de la Ballena
apareció Los Venenos Fieles y el año
de 1966 La depravación de los astros.
Podría hablarnos de su incursión en estos movimientos de la década de los
sesenta.
FPR: Para
hablar del grupo Sardio, que es el primer grupo al que pertenecí aquí en
Caracas, debo comenzar diciendo que todavía en los años 58 o 59, en la mayoría
de los liceos del interior del país sólo existía el cuarto año de
bachillerato. De esta manera, quienes
estudiábamos en ciudades pequeñas, obligatoriamente teníamos que trasladarnos a
algún lugar, que podía ser Barquisimeto, Mérida o Caracas. Pero los dos centros de atracción más
importantes eran Mérida y Caracas. Los
liceos de más prestigio en Caracas eran el Andrés Bello y el Fermín Toro.
El grupo
Sardio tiene un nacimiento real a partir de esos años 56 o 57; el nacimiento nominal, en cambio, es a partir
del año 57 o 58, cuando se empiezan a editar publicaciones del grupo y surge
también la revista Sardio en el año 58.
Como
sucede con todo grupo que no nace por decreto, Sardio brota con el contacto de
los que serán miembros del grupo en el liceo en el que estudiábamos. Allí estaban Adriano González León, Salvador
Garmendia... de Trujillo, Barquisimeto;
de Ciudad Bolívar Guillermo Sucre, Luis
García Morales; de Boconó vine yo... Éramos
un grupo de gente con inquietudes que, podríamos decir, nació espontáneamente.
En el año 57,
ya con una mayor madurez, pensamos que ese grupo de amigos —que se reunían en
el centro de Caracas y en Sábana Grande, y que vivían en condiciones bastante
precarias— podía publicar lo que había escrito.
CVC: ¿Cómo
pudo un grupo de jóvenes organizar una editorial y sacar adelante las
publicaciones?
FPP: Reunimos
el dinero como pudimos y se editó ese primer libro que se titulaba Las Hogueras más altas de Adriano
González León, más o menos a finales del año 57, luego sale en 1958, El reino, de Ramón Palomares. El año
siguiente sale a la luz Los pequeños
seres de Garmendia, después se publica el mío, todos ellos tienen el sello
Sardio. Creo que después del mío aparece uno de Edmundo Aray: Nadie quiere descansar y éste tengo idea de que fue el último en
salir con nuestro sello, en el año 61.
CVC: ¿Qué
otras actividades realizaba el grupo?
FPP: Además de
esas ediciones, habíamos pensado que simultáneamente se podía publicar una
revista amplia, con colaboraciones importantes como la de Alejo
Carpentier. De ella se publicaron ocho
números. El primero aparece en el año 58
y el último, aparece en el año 61. En
estas publicaciones hay un planteamiento inicial: pedir una revisión de
valores, en ella generalmente hacíamos tabla rasa de todos los valores
existentes. Respetábamos sobre todo a
los grandes poetas que se unían a nosotros y que se consideraban como parte del
grupo, aunque su madurez poética fuese ya reconocida, es el caso de Vicente
Gerbasi, que tantas veces nos acompañó y compartió con nosotros. Muchas veces nos reuníamos a tomar cerveza, a
hablar de poesía y a leer los textos que íbamos escribiendo.
CVC:
¿Considera usted que el grupo tenía una propuesta teórica concreta?
FPP: En Sardio
hubo dos grandes teóricos, Adriano González León —aunque pronto dejó la crítica
para lanzarse más a la narrativa— y Guillermo Sucre.
Adriano en
algún momento afirmó que Gallegos no era un gran valor. Esta frase se repitió, quizás no de la misma
forma, pero sí arrastrando lo que tiene por delante, como ocurre con todo grupo
joven que quiere abrirse un espacio para instalarse en él. Más adelante, Adriano aclaró que lo que
realmente quiso manifestar era su impresión de que Gallegos era un escritor de la
Independencia, y lo comparó con Bolívar, con Andrés Bello... es decir, con grandes hombres que pertenecían
al pasado. A pesar de la ironía, sí
existía un reconocimiento del valor de Gallegos, pero siempre colocándolo en una época más
antigua.
Es importante
señalar que cuando Adriano hizo ese comentario sobre Gallegos se estableció un
cuestionamiento de los valores y, en consecuencia, una formulación de
principios. Esto último me parece muy
positivo, porque responde a una inquietud de los jóvenes que nunca debería
desaparecer, es un sueño, el deseo de superarse.
Sin embargo,
en la revisión de valores se pueden cometer errores al querer romper con todo
lo anterior. Esto hacían los
surrealistas que, incluso, tenían un "índice" de novelas que no
debían leer —en él se encontraba la obra de Kafka, que tiene una importancia
tremenda en el mundo de la literatura.
CVC: ¿Qué
opinión le merece la obra de Gallegos?
Gallegos está
entre las grandes figuras, resalta grandes dramas de la humanidad, sin embargo, su escritura no es de las más
cautivantes. Estos dramas se dan en
personajes tan extraordinarios como Doña
Bárbara. Particularmente me fascina Doña
Bárbara porque es un personaje que traiciona a Gallegos.
CVC:
¿Podría explicarnos a qué se refiere con esa afirmación?
FPP: Cuando
Gallegos escribe la novela establece un asunto temático: la lucha contra
civilización y barbarie, y el personaje que trata de condenar y abolir de la
historia es Doña Bárbara, sin embargo, ella es el personaje más fascinante
porque representa la brujería y la magia.
Es una niña violada por unos bandidos, y que se desdobla, porque a su
amargura se une su capacidad de vivir grandes pasiones; es como Madame Bovary,
un personaje que seduce, pues también es capaz de sentir afectos sublimes; ella
cree en el amor y por eso entra en conflicto, igual que Santos Luzardo. Este último no es de los mejores personajes,
representa al pequeño burgués: es un abogado inteligente, uno de esos centauros
llaneros que se ha civilizado —para él la universidad tiene una importancia
extrema—, que quiere luchar con el llano en donde está la libertad, él encarna
la propiedad privada que lucha con los marxistas —nosotros, los de Sardio,
éramos todos marxistas: capital, tierra, trabajo eran los tres elementos a
considerar según las ideas comunistas.
Santos Luzardo
se enfrenta a la barbarie que encarna Doña Bárbara. Cuando ella es derrotada por la vida,
desaparece. Doña Bárbara respeta el amor
de Santos Luzardo por Marisela, pues ella es su hija y destruirlo a él
significa hacerle daño a su hija. Hay un
desdoblamiento en el personaje cuando Doña Bárbara baja el arma y se pierde
como un misterio gigantesco: sube a la canoa y se pierde en la noche, es, por
tanto, el gran mito.
El
doctor Payares expresa también el conato de amor incestuoso. Él es otro personaje mítico, fascinante, que
no se sabe de dónde viene. También él se
pierde. Como él está Marcos Vargas.
CVC: A
propósito de lo que usted plantea sobre la obra de Gallegos, me gustaría hacer
referencia a ciertas constantes que se perciben en su obra poética, por
ejemplo: el elemento fantasmagórico, la magia, lo paradójico, la ambigüedad, la
dualidad y las oposiciones del adentro y el afuera, el estar y no estar en un
espacio y un tiempo determinado.
FPP: Es
cierto, porque el escritor cuando escribe está muy marcado. A mí, por ejemplo, me encanta Gallegos, pero
mi escritura no se parece a la de él.
Los temas, en cambio, sí coinciden en cuanto a la temática pues tienen
que ver con la magia, el mito y la brujería.
CVC:
¿qué sucedió con Sardio?
FPP: sabemos
que siempre se ha dicho que los grupos literarios se forman para dividirse y
para pelear; son como los matrimonios, que primero se unen y después vienen las
grandes peleas, que pueden llegar a proporciones descomunales. Esto no ocurrió con el grupo Sardio, en él los
sobrevivientes se han mantenido en muy buena relación.
Al
final del 59, cuando ocurre la Revolución Cubana, ya en el grupo existía el
germen de la separación. Para ese
momento todos estábamos contagiados por la Revolución. Había algunos muy bien definidos políticamente: Guillermo Sucre era militante adeco, Luis García Morales y Elisa
Lerner también lo eran, además, en un tono muy ortodoxo. Nosotros creíamos en la guerrilla como la
sanación de un país. Todos los que
formábamos Sardio, a excepción de los tres mencionados, pertenecimos a El Techo
de la Ballena. Con el nacimiento de El
Techo... se buscaba impulsar el interés
por cambiar las estructuras de forma completa.
Se trataba de causar una perturbación y provocar. La exposición denominada Homenaje a la Necrofilia alcanzó sus fines, pues al día
siguiente hubo publicaciones y críticas feroces hacia los balleneros y nuestra
exposición.
Más adelante El Techo de la Ballena cayó en
ese tónica de la pacificación, igual que le ocurrió a la guerrilla. Así va desapareciendo lo que, a mi juicio,
fue una continuidad de Sardio. De los
miembros del grupo, sólo Ramón Palomares no perteneció a El Techo de la
Ballena, él que fue un guerrillero furibundo.
CVC: ¿Podría
decirse que se logra continuidad estética, aunque se separan en la orientación
ideológica y política?
FPP:
Sí, para mí es esa la diferencia que hay. Inclusive esa continuidad estética
tendría una evolución. La lucha contra todas estas estructuras se hacía en
Sardio de una forma sutil, en cambio, adopta una manera más violenta en El
Techo... Por ejemplo la rebelión contra los cánones establecidos por el arte.
La belleza, por ejemplo, ya no es el elemento motivador o esencial de la
producción literaria, sino que es el horror, que venía como propuesta estética
de Víctor Hugo y que se convierte en el centro, en el fuerte de las propuestas
de El Techo... También, el ir en contra de la autoría, con los famosos
falsarios en donde se juega con el valor del autor, considerándolo menos
importante de lo que solía ser. Al imitar estilos de otros autores estaban
demostrando que los autores no son tan determinantes para su producción. Tenemos
el famoso artículo que supuestamente había escrito Rómulo Aranguibel y que en
realidad lo hicieron Rodolfo Izaguirre y Salvador Garmendia; el famoso poeta
inventado por Adriano Gonzàlez León, todos preguntaban de dónde lo había sacado
y la verdad era que éste no existía, sino que se trataba de una crónica
inventada por él, allí inventa unos versos y unos poemas y de ellos hace una
crítica... todo esto se exacerba con El
Techo... Pregunto entonces ¿por qué
después, políticamente, todo se desvanece?, ¿será, quizás, por la bonanza
económica que hace que todo este asunto político de la búsqueda de la utopía no
tenga dónde sembrarse, porque el país con la bonanza económica no va a poder
responder a estas iniciativas o porque de alguna manera el poder, con sus tentáculos,
logra absorber a esos mismos elementos celebrándoles su propia estética?
En realidad, yo veo que hubo un cambio en las
estructuras sociales. En aquellos
momentos, en El Techo... nosotros nos habíamos separado, estábamos en
trincheras distintas. Pero eso
pasó. Pasó El Techo... El país es otro y todo aquello pertenece al
pasado. Al escritor le interesa el
presente, vive en un eterno batallar, disfruta de lo que tiene a su alrededor.
CVC: Sin
embargo, a nivel estético, hay escritores
en Sardio que van adaptando su discurso poético a las exigencias del momento tal
como puede verse en el discurso más violento de los sesenta, que se va suavizando
en la medida en que la realidad cambia, aunque
ciertas búsquedas se mantienen. Sin embargo, algunos de los escritores
de los sesenta se quedaron en ese lenguaje panfletario del que no
lograron liberarse y parecieron haberse
quedado añorando la utopía de que querían construir.
FPP: Yo
escribí un libro en el que hay una serie de ensayos en torno a la poesía
venezolana de los últimos años —se trata de los años 60—, allí establezco que
lo visible en aquel momento eran tres orientaciones: una surrealista, en la que está Juan Sánchez
Peláez, que fue un maestro para nosotros. La otra orientación era la bíblica,
allí incluyo a Guillermo Sucre, Ramón Palomares. También se encuentra la orientación
beat. Estos son los movimientos
estéticos con los que contábamos.
CVC:
En cuanto a su obra, esa constante de ciertos elementos fantasmagóricos, ese
juego espacio-temporal en la que se percibe una espacialidad tangible y una
intangible; una temporalidad lineal y una circular. Una eternidad a la que se
anhela pero que parece estar en una temporalidad lineal que apresa al
hombre... todos estos elementos que muestran
al yo lírico como un iniciado que va en busca de las claves para descifrar esos
misterios de la otredad... ¿Tiene eso
alguna relación intertextual con influencias de diversos autores, o son
búsquedas más individuales, o tiene que ver con las vivencias de la infancia,
de los espacios telúricos, por ejemplo con los Andes?
FPP:
La pregunta es muy interesante porque está tocando algo que considero como un
problema personal. En primer lugar,
todos los poetas más que poetas somos lectores.
Hay que establecer una diferencia cuando se imita y cuando se
escribe. La imitación es paródica. Si se quiere, por ejemplo, escribir como
Góngora, se hará de modo estetizante.
Las influencias, en cambio, son fecundantes.
Personalmente
he leído y releído no sé cuántas veces Las
Flores del Mal, de Baudelaire, al extremo de hacerlo todas las noches antes
de dormir. Otro libro para mí muy
importante es La Odisea de Homero,
este libro para mí es fundamental, creo que representa la antigüedad
clásica. Hay otro que representa la Edad
Media y que, al mismo tiempo, es panfletario, escolástico, lo tiene todo, ese
libro es La Divina Comedia. El libro que para mí representa la modernidad
es Las Flores del Mal.
Todos estos libros han influido mucho en mí, pero las influencias no son
superficiales, uno las hace vida y las va convirtiendo en material propio y,
tal vez, son más vitales que cualquier hecho que uno haya experimentado. Para mí la lectura es una experiencia tan
personal como cualquier otra que tenga relevancia.
Además de eso,
cuando se están tocando los esquemas de belleza llevas dentro la marca de
muchos de aquellos escritores que, al producir, establecieron su propio esquema
de belleza ,como es el caso de Víctor Hugo en el Romanticismo, y de muchos
otros. Es distinto, en cambio, cuando al
escribir se busca la imitación conscientemente.
En mi poesía,
por ejemplo, eso que tú ves, lo de afuera y adentro proviene de mi reflexión en
cuanto a qué será la realidad.
Cualquiera que se ponga a ver la realidad debe encontrar como
vibraciones, la realidad es vibrátil, movible.
Creo que todo tiene dos caras y que hay una oculta; se debe buscar esa
cara oculta para descubrirla. Sobre ella
—la realidad oculta— uno ve que los objetos se mueven y que cuando se escribe
sobre algo se encuentra con esos dos mundos: primero el visible y luego el
invisible. Hay que tratar, a través del
poema, de destruir lo invisible. Muchos
pueden decir que mi poesía es equívoca porque empieza con una anécdota de la
infancia y, de pronto, aquello se mueve a la otra realidad que existe y que
tiene otro tiempo, es la otredad.
CVC: ¿Espera
usted que su lector, como lo pedía Cortázar, busque más allá de las palabras, que atraviese esa puerta que sólo en un momento mágico
se abre para dar paso a una realidad alterna?
FPP:
Sí, exactamente; se trata de que el lector sea sensible y se remita a lo que
está más allá de las palabras. El lector
debe ver que hay un reclamo.
CVC: Entonces,
el poeta da las claves para que el lector logre captar el mensaje en su totalidad, para que llegue a ese otro
lado?
FPP:
Te pongo un ejemplo con el paisaje. Un amigo mío fue a Boconó y estando allí,
de noche, miró el cielo y me comentó: “Francisco, ahora al ver el cielo me doy
cuenta por qué tú hablas en tu poema del "cielo más alto del mundo",
pues aquí parece que el cielo se hunde”. Yo vengo de un pueblo del interior en
donde la magia juega una importancia tremenda.
CVC:
¿Su poesía también puede considerarse heredera
de José Antonio Ramos Sucre, Rainer
María Rilke, los surrealistas, Franz
Kafka, Henri Michaux, la literatura fantástica y del horror, de Howard P. Lovercraft?
FPP: Si,
claro. A mí me ha gustado mucho la literatura fantástica. Por ejemplo Poe, que fue traducido al francés
por Baudelaire, a partir de ese momento se puso de moda esa literatura. La
literatura fantástica está muy asociada a la magia. Cuando yo vivía en Boconó no había luz
eléctrica y nos alumbrábamos con lámparas de gas, había muchísimas personas que
nos contaban cuentos fantásticos, y entre sombras veíamos aparecidos y creíamos
todas esas historias. Eso quedó en mí,
además del gusto por la literatura fantástica.
La obra poética de Francisco Pérez Perdomo, fundamentada
en la creación de mundos alternos en los cuales las nociones de
tiempo y espacio se trastocan; que tiene su complemento en la imagen del
doble y en la creación de universos
fantásticos y suprareales, seguirá ofreciendo a los lectores la magia de los
mudos posibles que el poeta plasmó en sus versos.
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