Carmen Virginia Carrillo
Él se convirtió en astronauta para
explorar la galaxia de su abdomen. Visitó planetas, lunas, esquivó meteoritos.
En
Venus se sintió arrebatado por el calor
de aquella hembra. En Marte se enfrascó en una cruenta guerra consigo mismo: el
deseo de adentrarse en territorios desconocidos era más poderoso que su razón
llamándolo a la prudencia.
Observó
el cinturón de asteroides, se entretuvo en los plutoides. Tras asistir al parto
de cometas gemelos en la Nube de Oort, dio un salto a Centaurus; allí conoció a
Quirón, el hijo de Filira y Cronos, quien lo animó a asomarse a los confines de la Vía Láctea y
aún más allá. Le recomendó visitar Andrómeda, la más brillante de las galaxias.
-Cuando llegues, podrás deslizarse en su
gigantesco espiral.- Dijo el sabio centauro.
Allí se fue. Necesitaba descubrir el
misterio de aquel mapa estelar, que había sido tatuado por los dioses, sobre la
piel más suave que jamás hubiera acariciado.
Nada
parecía saciar la curiosidad y el deseo
de aquel amante. Entonces, se aventuró más allá de la superficie límite
del espacio. Buscaba el centro del placer absoluto, y quedó atrapado de por
vida en el agujero negro de su entrepiernas.
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