Carmen Virginia Carrillo
(foto Carmen Virginia Carrillo)
En la poesía venezolana escrita por mujeres de
las tres últimas décadas del siglo XX y los primeros años del siglo XXI
encontramos textos marcados por la expresión del género, que ponen en escena la
condición de extranjería y del bilingüismo como eje de la existencia signada por
la ajenidad. Tal es el caso de Verónica Jaffé.
El entorno familiar de la escritora de origen
judío, conforma identidades que definen
hábitos, solidaridades y demandan la reivindicación de la herencia familiar. La
yuxtaposición de costumbres juega un papel fundamental en el diálogo
intercultural que indiscutiblemente enriquece su obra.
Jaffé nació en Caracas. Es licenciada en Letras y
PhD en literatura alemana. Ha ejercido
la docencia en prestigiosas
universidades venezolanas. Se ha desempeñado como investigadora y traductora. Entre
sus publicaciones destacan El relato
imposible (1991), ensayo sobre literatura venezolana y Metáforas
y traducción o traducción como metáfora. Algunas metáforas de la teoría de la
traducción literaria, (2004). Su obra poética está reunida en los libros El arte de la pérdida (1991), El largo viaje a casa (1994), La versión de Ismena (2000) y Sobre Traducciones. Poemas 2000-2008
(2010).
El poemario El largo
viaje a casa (1994) está centrado en la temática de la extranjería.
Encontramos poemas de corte narrativo, escritos en un discurso despojado de
retórica. La evocación del Holocausto vivido por sus ancestros, el desarraigo,
el cuestionamiento existencial, la muerte, la infancia, el viaje como búsqueda
y la relación con una lengua extranjera están presentes a lo largo del libro,
así como también el enmascaramiento, tema que se repite en sus tres
poemarios.
Los poemas, en su mayoría, describen paisajes
foráneos, fruto de un recorrido por territorio norteamericano. El hablante
poemático se pregunta por la mirada del
extranjero. En “Sobre un banco del Old Capitol Mall, Iowa city, Iowa leemos:
Cómo describir
maizales,
campesinos en carreteras
…
sin sentir de
inmediato
complacientes
tentaciones
para convertirlo
todo,
campesinos y
caballos,
escritores y
graneros
en mentira, en
nostalgia, en poema simple y falso
de extranjero. (1994:10)
Para el yo lírico, la apreciación del extranjero
no es objetiva, su otredad interfiere en la percepción que tiene de la realidad;
su mirada está condicionada por las vivencias. Esta experiencia implica, en sí
misma, una traducción. El sujeto desea
hacer suyo lo ajeno, lo extraño, borrar
las diferencias al nombrarlas en la propia lengua, reflejarse en el discurso
del otro, o disolver lo extraño del otro
en la propia lengua.
En los once
poemas titulados “Lecturas”, numerados y ubicados a lo largo del libro, Jaffé
propone un diálogo intertextual con textos poéticos de las escritoras Adrienne Rich, Elly Waard,
Ingeborg Bachman, Elizabeth Bishop y Marilyn Hacker, esta última hija de
inmigrantes judíos nacida en Nueva York.
Llama
la atención el poema “Lectura 11”, último del libro. En este texto, la voz poética de Jaffé
dialoga con el poema “Cuestiones de viaje”, de Elizabeth Bishop. Los versos de
ambas poetas aparecen intercalados en el largo del texto. Comienza diciendo Jaffé:
Un viaje es un viaje
es un viaje
es un viaje?
Un viaje se inicia
con vagas fantasías
suscitadas por un
nombre: Imataca
voz indígena? Sin duda.
Y un espacio enorme
en el mapa,
desde el delta
hasta el pie de
monte
de la Gran Sabana. (1994:51)
De la siguiente estrofa de Bishop, Jaffé toma el
título de su poemario:
Piensa en el largo viaje a casa.
¿Debimos quedarnos en casa y recordar esto?
¿Dónde deberíamos estar hoy?
¿Está bien observar gente extraña
en este extrañísimo teatro? (1994:
53)
La
estación final del recorrido poético se lleva a cabo en territorio venezolano. El
escenario ha cambiado, sin embargo el
desplazamiento al paisaje nativo no elude la referencia a los ancestros, el
pasado doloroso del Holocausto sigue vivo en la memoria de la hablante:
…mi amigo Luis
habló de lo sublime
y luego recordó
el campo de
concentración
en Dachau, Baviera
(1994:54)
El extranjero que vive la experiencia del
bilingüismo se enfrenta a una dualidad extrema. La lengua materna le proporciona elementos claves de identidad,
y le permite configurar su visión del mundo, pero esos elementos se enfrentan a
la visión del mundo de la lengua foránea.
La imposibilidad de traducir la
connotación cultural de la propia lengua genera un conflicto que, para algunos
es vivida como una experiencia límite; mientras que para otros, esta
circunstancia es beneficiosa en tanto que
expande el universo perceptual y referencial. Claudio Guillén considera que la
condición bilingüe amplía la conciencia del lenguaje. (1998:76). Jaffé, en el
poema “Recital de poesía en Iowa city” elabora la siguiente reflexión
metapoética sobre el tema:
Los poemas, pienso,
son incomprensibles:
más aún si en lengua
extranjera.
Pues mastican con
oído musical
O ritmo acompasado
Racimos completos
De imagen tras
imagen.
El conjunto se
declara como poesía.
(1994:15)
Hablamos de poesía
—recuerdo—
y de culpas
y de lenguas
aprendidas en la infancia,
(1994:30)
Su condición bilingüe la acerca al oficio de traductora. De esta
manera, la relación que establece con la
lengua implica un doble sentido: de acercamiento y distanciamiento. La
traducción entendida como una actividad de mestizaje (Gómez Mango, 2012:16),
como producto de lo heterogéneo, nos acerca
a la esencia de la vida de la cultura. Por otro lado, salirse de lo
propio, desprenderse de los orígenes, implica la amenaza de perderse en la
otredad, de ahí la necesidad de poetizar las raíces. Jaffé recuerda su origen
judío, revive en el poema el sufrimiento de sus ancestros, la aflicción del
exilio:
Al regreso,
recorriendo
nuevamente
la tercera
avenida,
siento el frío
debajo del abrigo,
en los dedos de los
pies
y de mis manos,
siento de repente
el miedo de ser
medio judía,
siento humedad en la
mejilla
y recuerdo el coraje
grave
de su voz cansada
señalando
tristemente
la resurrección de
los odios del pasado,
sin que pronunciara
nunca
el nombre ni decir
cuáles el referente
inevitable
de ese leviatán
en la historia de
este siglo,
el país que asoció
su identidad
al exterminio.
(1994: 27)
En el poema “Campos avenidas de
abedules” la hablante relata un viaje a Polonia y describe el campo que observa
en su recorrido, recuerdo que contrapone a las terribles imágenes de “un
garfio/de dos pinzas/ que utilizaban para/apresar los cráneos/ y arrastrar los
cuerpos de la cámara a los hornos” (48)
Marcar lo perdido,
hablar lo perdido, invocarlo
[en
salmos, en guisos y sopas,
Tiene razón la
poeta.
¡Qué importa las
cartas muertas, los poemas, los
[cuadros
perdidos, destruidos
con excepción de tus
manos. (1994: 33)
Para Gadamer, “sólo quien se encuentra en un
lenguaje como en casa puede experimentar el enunciado, que se sostiene y se
mantiene por sí mismo, de la palabra poética, que guarda todavía otro
estar-en-casa en lo que es originalmente familiar” (1998:47) En la poesía de
Verónica Jaffé, el sentimiento de desarraigo, el extrañamiento frente al
entorno desconocido, la necesidad de sentirse en casa y la exploración de la
conciencia de sí misma, constituyen la materia prima de su escritura poética que
pareciera ofrecer la posibilidad de manifestar plenamente el ser en el mundo.
De ahí que la escritora diga:
…
Poeta o poesía,
en fin,
palabra,
alcanza solo
muy de vez en cuando
eso que sentimos
tan terrible,
inhumano
y por eso mismo
inefablemente bello.
(1994:50)
El poema se sostiene en ese tiempo anterior a la palabra, en el cual
desbordan las expresiones más primitivas de la emoción.
En los versos de Jaffé, el discurso poético se
despoja del retoricismo para incorporar giros coloquiales y vocabulario del
habla cotidiana. La infancia es representada como la edad de la añoranza.
Plagada de lugares, sonidos y lenguas extranjeras que se van perdiendo en los
laberintos de la memoria y que el poema invoca en un intento por descubrir una
verdad que se diluye en el posible olvido.
Estamos frente a una poética de la interiorización
del yo, del desenmascaramiento y del autoconocimiento a partir de la
vinculación con los orígenes, espacio en el que la herencia extranjera
constituye un baluarte que se plasma en el discurso poético, para dar cuenta de
la relación del ser consigo mismo y con el otro.
Referencias biliográficas:
GADAMER, Hans-Georg. 1998. Arte y verdad de la palabra. Barcelona:
Paidós.
GÓMEZ MANGO, 2012. “Sitios del destierro”. En Palabras sitiadas, sobre
traducciones, literaturas sin fronteras,
relatos de viaje, ambular de teorías,
exilios y otros desplazamientos de la
escritura. Revista de la Biblioteca
Nacional, Uruguay. 6/7. 2012. Pp. 13-24.
GUILLÉN, Claudio. 1998. Múltiples
moradas. Ensayo de literatura comparada.
Barcelona: Tusquets.
JAFFÉ, Verónica. 1994. El largo viaje a casa. Caracas: Fundarte.
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