Carmen Virginia Carrillo
Temporal, de Carmen Leonor
Ferro recién publicada por LP5editora, reúne poemas ya publicados y poemas de sus libros inéditos La caja, El
ayunador, Fragmentos del espejo, Cinco noches.
En sus versos, Ferro rememora de las vivencias migratorias de sus ancestros a tierras
americanas, y las suyas hacia los orígenes, Italia. Nos habla de la
incertidumbre, las dificultades de adaptación a otra cultura y otra lengua, del
intento de preservar la identidad aun cuando las convicciones comienzan a
cuestionarse y la identidad se resquebraja.
El acercamiento a la palabra se convierte
en un ejercicio afectivo, imaginativo y liberador a través del cual el vacío y el
desconsuelo ceden paso a la comprensión. El poemario abre con el viaje, que inicialmente
surge como un sueño. El trayecto hacia el origen se configura a partir de la
imagen de un libro regalado por los abuelos “que describía/ el mar de un
pueblo/ pequeño y pobre/ del sur de Italia”. Travesía personal y poética cuyo escenario,
“una bruma helada/ cayendo en el mar”, da cuenta de espacios familiares y
objetos preciados, la casa, la mesa donde se comparte el alimento. Es el viaje
al territorio de la memoria, a las profundidades del ser.
En los poemas seleccionados de Acróbata, el sueño se representa
como espacio de múltiples posibilidades, aterrador y magnífico. A través del
sueño, el yo lírico viaja en el tiempo, es a la vez uno y otro, pleno o
incompleto:
“y allí no había distancia
entre yo
– solo, incólume, perfecto –
y ambos
– indiferenciados, poderosos, ciegos –”.
Dar saltos, mostrar las habilidades, caminar por la cuerda floja,
ejecutar prácticas gimnásticas, podría ser la metáfora de la vida del
extranjero, pero ¿acaso no es también la escritura un ejercicio
acrobático? ¿Y la traducción esa cuerda
floja sobre la que el traductor se desplaza con precario equilibrio?
La lengua configura y dirige el pensamiento, es determinante en la
conformación de la identidad. La lengua materna nos relaciona con lo propio, nos
conecta con los orígenes, con la infancia, y constituye la marca a la que
siempre retornamos. El encuentro con otro idioma, de distinta sonoridad y
tesitura, constituye una experiencia límite. La traducción marca la diferencia
entre lo familiar y lo extraño, entre lo propio y lo ajeno. Y de esto nos habla el yo lírico en los
poemas de Subjuntivo.
El oficio no se limita al lenguaje, también las vivencias tenemos que
traducirlas cuando decidimos compartirlas con los otros. Así dirá la autora:
“Como las lenguas
las historias personales se traducen
al llevarlas a otros mundos
así tenemos que imaginarlas en
claves diferentes
reestructurar el orden de las
apariciones
volver a plantear las etimologías
…”
Sin embargo, algo se escapa en la traslación, dejando entrever la
dificultad de ser en otra lengua, de ahí la necesidad de “evadir la tarea de
traducirlo todo”.
Reflexión metapoética que establece analogías y diferencias entre las
lenguas, la gramática, la poesía y la vida. El poema se convierte en el espacio ideal para pensar las posibilidades y
las complejidades de la escritura y la traducción. Conjunción entre teoría y
práctica, poesía y poética
En oportunidades, el silencio pareciera imponerse:
“una mudez que no busco
signa mis encuentros y mi propósito de
escribir
y un vacío que no es inexpresión se impone
a mi necesidad de ordenar”
Precarios nos habla de vidas anónimas y
discontinuidades, de patrimonios perdidos, de la muerte, tema que aparece a lo
largo del libro y que ocupa lugar central de La caja. La muerte de la hermana es descrita a partir del profundo
vacío que deja la ausente. Las palabras intentan exorcizar el dolor de la
pérdida. El silencio de la muerte, que es indecible e inspira temor y angustia,
es superado por la palabra que rescata del olvido las memorias más
preciadas. Para ello es necesario “imaginarlo todo de nuevo/ devolver la
cinta/rehacer los diálogos/rescatar cada imagen del foso”
En El ayunador, los rituales domésticos, particularmente
los de la comida, dan cuenta de la dinámica familiar. La rememoración permite
reunir fragmentos del pasado en un intento de dar sentido a la existencia. El
yo lírico se presenta como “espacio en blanco… intervalo entre formas… molde…
ilusión de aparecer”
En La ruptura del
espejo reaparecen las temáticas de la muerte y el sueño. Estos poemas, que
hablan de los días del confinamiento, “eran días en que el orden suplantaba el
deseo/ y contar los pasos que había entre la cocina y el pasillo”, metaforizan
el resquebrajamiento del ser recluido en la imagen del espejo roto: “el cúmulo
de trizas…. inquietantes agüeros”.
La antología cierra con seis poemas del libro Cinco noches. A partir de anécdotas compartidas con Giuseppe, un alumno de español, la autora explora la palabra “despecho”, sus sonoridades, significados y diferencias entre el italiano y el español, para, desde ahí, hablar del desapego y del intento de echar raíces:
“me permito aburrirme
en italiano
que se
convierte en casa
y se cuela
en los
intersticios y en las enunciaciones
en lo que no se ve”.
Escritura autobiográfica, nostálgica,
que rescata los pequeños espacios donde han quedado inscritos los más
importantes recuerdos. Pérdidas,
búsquedas, encuentros y desencuentros, añoranzas se van acumulando en este
viaje espacial y temporal que recrea imaginariamente la historia familiar.
Y, sobre todo, la experiencia de la extranjería, el vivir en otra lengua
y ser a través de la traducción, condición en la que conviven la realidad y el
sueño, la palabra y el silencio, la luz y la oscuridad, y en el medio de todas
ellas, la frontera, esa línea, a veces invisible, que las separa.
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