Carmen Virginia Carrillo
“Así, el poeta, en su poema crea
una unidad con la palabra, esas palabras,
que tratan de apresar lo más tenue, lo
más alado, lo más distinto a cada cosa,
de cada instante.”
“Entonces la poesía es huida y busca,
requerimientos y espanto; un ir y volver,
un llamar para rehuir; una angustia sin
límites y un amor extendido.”
María Zambrano
El título de este texto, “Cómo dar a leer la poesía”,
surge de la lectura de un texto de Jorge Larrosa (2008) en el cual el autor
se pregunta: “¿Qué es entonces “dar la
palabra”, o “dar a leer”? ¿No será algo así como hacer que las palabras digan,
cada vez, cosas distintas? ¿No será algo así como abrir la pluralidad de la
palabra, el infinito de la lectura?” (p. 39), interrogantes que el autor
desarrollado en varios de sus artículos y que
indiscutiblemente están en sintonía con mi interés por la lectura en general, y
muy particularmente, la lectura del texto poético.
Quiero referirme a una anécdota que marcó mi relación
con la poesía. Hace ya muchos años, el filósofo venezolano José Manuel Briceño
Guerrero vino a esta, nuestra casa de estudios, a darnos unas charlas sobre
filosofía y poesía. Tras la sesión
final, en el lapso de las intervenciones, alguien del público le preguntó qué creía
él que podía transformar al hombre. Ante el asombro de todos, dijo: “Lo único
que puede salvar al hombre es la poesía” La reacción del público fue una prolongada carcajada, a lo
que replicó el pensador: “No se rían, que hablo en serio, lo único que puede
salvarnos es la poesía.” Se refería
Briceño Guerrero a la capacidad que tiene el discurso poético de desarrollar la
sensibilidad, no solo artística, sino humana.
El lenguaje poético tiene la capacidad de desautomatizar nuestra relación con el
mundo. Cuando nos acercamos a él sin convencionalismos, y nos distanciamos del
juicio preconcebido, comenzamos a percibir el lenguaje, los objetos, las
personas y los acontecimientos de otra manera. Un mundo nuevo se ofrece ante
nuestra asombrada mirada y nos transforma.
Siendo el lenguaje el aspecto fundamental del ser y
estar en el mundo, intrínseco a la
condición humana, toda actividad relacionada con el mismo tiene que ver con la
experiencia del hablante. Por esta razón, el acercamiento a la palabra llega a
ser un ejercicio afectivo, imaginativo y liberador.
Pasemos a la
realidad de nuestras aulas. Cuántas veces nos hemos encontrado, tanto en el
bachillerato como en la universidad,
alumnos que no muestran ningún interés por los textos poéticos. Incluso,
maestros en ejercicio para quienes un poema es simplemente un conjunto de
líneas que riman, y que son difíciles de entender. En oportunidades, no solo la poesía sino la
literatura, en general, es vista con indiferencia, aversión, rechazo e incluso desprecio. Muchos
educadores se ven forzados a seguir programas rígidos que han sido elaborados
con una intencionalidad que, en muchas oportunidades, va más allá de la calidad
pedagógica. Estos programas suelen imponer, como lecturas obligatorias, textos
muy poco atractivos para el estudiantado y, en muchas oportunidades, totalmente
ajenos a sus realidades. Los sistemas educativos han construido pasillos
estrechos por los que debe transitar el alumno repitiendo información, sin que
se le ofrezca la posibilidad de participar, proponer o elegir algún aspecto de su proceso de formación.
Muy pocos contamos con la suerte de poder elegir qué
damos a leer a nuestros alumnos. Y digo “dar a leer” y no “mandar a leer”,
porque el sentido del verbo dar me remite a la noción de ofrecer. Ofrezco a mis
alumnos textos que considero pueden despertar su sensibilidad, no pretendo
imponer lecturas. Si en mis talleres algún texto de los elegidos no logra despertar el interés del
grupo, se buscan otras opciones que resuenen en ellos y que estén en
consonancia con el ejercicio que estén
realizando.
Tras treinta años de experiencia como profesora de
literatura me he convencido de que el gran reto que tenemos, los que nos ocupamos de formar en el arte de la
palabra, es el de despertar en nuestros estudiantes el interés y la pasión por
los textos literarios. Más allá de enseñar los conocimientos adquiridos a lo
largo de una trayectoria de estudios e
investigación, hoy día intento transmitir a mis alumnos lo que me conmueve, lo
que me hace experimentar goce estético, o aquello que me produce terror. En mi
caso, la poesía es el territorio privilegiado en el cual estas emociones se
muestran en su estado más sublime.
Semestre tras semestre leemos poemas, algunos los he
leído con muchos grupos. Sin embargo, cada vez esos mismos textos siempre
parecieran decir algo distinto. Los alumnos son otros, y en cierta medida, yo
también. La capacidad polisémica de los textos poéticos se confabula con
nuestras subjetividades, y yo voy sumando infinidad de lecturas.
Larrosa (2004) explica en sus trabajos cómo la
literatura contribuye, de modo excepcional, a la experiencia de formación, y se
refiere a la necesidad de que el docente logre despertar en sí mismo el gusto
por la lectura. Dice el autor: “El maestro de lectura es el que quiere dar a
leer lo que él mismo ha recibido como el don de la lectura.” (2003:30). Para
poder despertar el deseo de leer poesía y “avivar el gusto por las palabras”
(Víctor Moreno. 1998, p. 16) es
necesario haberlo sentido, haberlo vivido y haberlo experimentado.
Si bien algunos países de Europa (Finlandia) y Norte
América (Canadá) han comenzado a desestructurar la escuela, dando un rol
fundamental al desarrollo de la sensibilidad a través de unidades curriculares
que privilegian las materias del área humanística, y haciendo particular
énfasis en las artes, en nuestros países está casi todo por hacer.
Desde el Laboratorio de Investigación “Arte y poética”
hemos desarrollado, a lo largo de los años, un proyecto de promoción de la
lectura y la escritura, a través talleres para diversos grupos etarios. Han participado
niños de los últimos grados de primaria, jóvenes liceístas, estudiantes
universitarios y maestros de escuela. Estos incipientes lectores se convierten
en los protagonistas de encuentros en el que
se intenta motivar y destacar, de un modo especial, su capacidad
creativa. Las actividades que involucran el lenguaje son fundamentales para la
formación integral de los alumnos. En este sentido, el arte, y particularmente
la literatura, se han convertido en un material de extraordinario valor, dada
su naturaleza imaginativa, creativa y fundamentalmente humana. Un eje de este
trabajo es el acercamiento sensible al lenguaje, cuya naturaleza vital impide
tratarlo como un objeto ajeno a la experiencia de lo humano. Toda actividad
relacionada con el lenguaje tiene que ver con la propia experiencia, con las
necesidades y el modo de incorporarse y
ser en el mundo.
Barrio de las letras. Madrid. Foto:PEdro Miguel Carrillo
A lo largo de mi experiencia como docente, tallerista
o facilitadora de actividades relacionadas con la lectura y escritura poética, las
aproximaciones a los textos poéticos pueden motivar identificación o rechazo,
mas nunca indiferencia. Reiteradamente los participantes establecen lazos de
conexión entre el texto y su realidad, el texto y su experiencia personal.
Mis sesiones de trabajo giran en torno a lo poético. Es
en estos espacios de mayor libertad pedagógica donde hemos podido constatar que
sí se puede despertar la sensibilidad
artística y desarrollar el gusto por la poesía con estrategias adecuadas y
abordajes diferentes.
Partimos de una sesión de exploración de la
experiencia lectora de los participantes, de un acercamiento sensible al
lenguaje, ya que solo después de conocer
sus gustos e intereses podremos hacer la selección de los textos que se van a
dar a leer. Esta selección ha de ser flexible y, si es necesario, variarla en
el transcurso de las actividades.
El estudiante, a medida que va leyendo va descubriendo
por sí mismo qué es lo que diferencia el lenguaje poético de los otros
lenguajes. La experiencia de enfrentarse a otra lógica, a otra sensibilidad.
La lectura
de textos desde la intuición propicia el
encuentro entre la sensibilidad del autor y la del lector. En nuestras
actividades intentamos que, a partir de los
poemas interpretados, surjan pautas para ejercicios de escritura que realizan los
participantes y luego son leídos y comentados por el grupo. En estos diálogos surgen reflexiones que dejan ver las conexiones que
se produjeron entre lo que los participantes leyeron y lo que escribieron.
Indiscutiblemente, el poema es el espacio ideal para
pensar el lenguaje y sus posibilidades. “La operación poética es inseparable de
la palabra”, nos dice Paz (1986), para quien “poetizar consiste, en primer
término, en nombrar.” “Al nombrar, al crear con palabras, creamos eso mismo que
nombramos y que antes no existía sino como amenaza, vacío y caos” (p. 167).
Poemas que ofrecen la
oportunidad de entrar en contacto no solo con los juegos del lenguaje, sino
también con ciertos aspectos formales tales como sonido y
sentido de una forma amena.
Hacer de la lectura una experiencia lúdica permite
distanciarla del estatus académico. El juego de las anticipaciones resulta uno
de las estrategias más productivas para
involucrar a los lectores en el proceso imaginativo que esta actividad implica.
Relacionar
poemas con otras expresiones artísticas tales como la plástica, la
música, el cine y la danza es fundamental en este tipo de trabajo. De esta
manera, los procesos de percepción sensible amplían las apreciaciones
kinestésicas, auditivas y visuales, lo que repercute positivamente en el
desarrollo de las habilidades creadoras y simbólicas. Pintar un poema, escribir
unos versos a partir de la contemplación de un cuadro, traducir en palabras una
melodía, expresar con el cuerpo un sentimiento contenido en un texto poético,
musicalizar unos versos, danzar mientras alguien recita, son algunos de los
ejercicios que solemos realizar.
Resulta conveniente que, en el ambiente académico, estos
acercamientos a los textos de creación
puedan ser reforzados con ciertos materiales teóricos que permitan explorar
diversas aproximaciones a tres conceptos
básicos: lo poético, la poesía, el poema. A partir de las definiciones dadas
por algunos poetas y teóricos, tratamos de ofrecer un abanico de opciones que propicien
la reflexión y la discusión, sin recargarlos de aspectos teóricos. Menciono a
continuación los ejemplos de Octavio Paz y Josu Landa, dos extremos desde los
que se puede valorar el tema en cuestión:
Para Paz (1986), la poesía es “conocimiento,
salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar al mundo,… ejercicio
espiritual,… un método de liberación interior.” (p.13) Lo poético “es poesía en
estado amorfo”, y el poema “lugar de encuentro entre la poesía y el hombre” (p.
14)
Por su parte, Josu Landa (1996) expone el
fundamento ontológico de lo poético (todo ente que se presente y aspire a darse
como poema). “Establecer cómo, en qué condiciones y a partir de qué factores y
elementos acontece y se ofrece el poema equivale a poder decidir si un texto
dado tiene o no un carácter poético.” (p. 34) En este sentido, lo poético
designaría una realidad integrada por textos con intención poética, producidos
en un espacio cultural determinado, bajo unas normas dadas y con unos valores
estéticos establecidos por una comunidad calificada para ello.
Nuestra
finalidad, motivar a los participantes a
descubrir que la lectura y la escritura de la poesía pueden convertirse en
acontecimientos extraordinarios, en los que la sensibilidad, la manifestación
subjetiva o emotiva del ser humano son un espacio fértil y auténtico para la
creación y con ello comprender que la lectura y la escritura les pertenecen,
cuentan cosas que les acontecen, que los conmueven y les permiten ver el mundo
desde una perspectiva que trasciende el ámbito de lo circunstancial y de lo
ajeno.
Referencias bibliográficas
Landa,
Josu. 1996. Más allá de la palabra. Para
la topología del poema. México: Facultad de Filosofía y Letras. UNAM.
Larrosa, Jorge. 2008.
“Leer (y enseñar a leer) entre las lenguas. Veinte fragmentos (y
muchas preguntas)
sobre lectura y pluralidad.” En: Lectura,
ciudadanía y educación.
Miradas desde la diferencia. Caracas: El perro y la rana. Pp. 29-47.
Moreno, Víctor.
1998. Va de poesía. Propuestas para
despertar el deseo de leer y escribir poesías. Navarra: Erel.
Paz, Octavio. 1986. El arco y la lira. México: Fondo de
cultura económica.
La investigación realizada para la elaboración de este texto ha sido
posible gracias al financiamiento del CDCHT de la Universidad de Los Andes,
Venezuela. Proyecto código NURR-H-553-14-04-A
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